martes, noviembre 08, 2016

"El futuro es un lugar extraño", de Cynthia Rimsky

Fragmento




Delante de la Caldini va un señor con una bolsa con una manzana y un plátano. Como a ella también por las noches le baja necesidad de comer una fruta, lo sigue hasta un teatro. La puerta principal está cerrada; el señor, la manzana y el plátano entran por el costado. La Caldini se queda mirando desde la puerta de escape a un director de cine que pasó cuarenta años sepultado hasta que lo redescubrió un festival y sus películas se volvieron de culto. El cineasta lleva los jeans, la camisa amarilla de popelina y el Montgomery con el que lo enterraron; explica que el cortometraje que van a ver lo filmó en la escuela de cine, durante un fin de semana en que le prestaron una cámara. Antes de volver a su butaca presenta al amigo que hizo de protagonista y que va a ver el corto por primera vez. Sobre la tela aparecen rayas, agujeros, quemaduras, las alas aplastadas de un mosquito, dos manchas de aceite, la base de una copa, gotas de vino tinto o de sangre, una calle quemada por el exceso de luz, árboles, un joven de pelo largo que camina todo el día con las manos en los bolsillos. A la noche, un diálogo con el padre deja traslucir que debió haber llegado a una entrevista de trabajo en la fábrica de un amigo del viejo. El corto termina el domingo cuando vienen a buscar la cámara y los espectadores quedan sin saber si el lunes el joven encontrará el camino. La Caldini observa al amigo del cineasta que hizo de joven en los 80, resulta imposible juntarlos en una sola persona.

Los bares del barrio están desocupados pero no venden vino por copa o sin comida; en el último la barra es solo para los que esperan una mesa aunque nadie está esperando. Se lo pregunta a un joven garzón que fuma un cigarro en la calle:
—¿No te parece demasiada coincidencia que en tres bares me nieguen una copa?

El garzón mira hacia el interior del bar. La Caldini ignora que el administrador los está mirando. Aprovechando que debe concentrarse en firmar un cheque, el garzón le cuenta que existe un reglamento.

—¿Y qué parte prohíbe venderme una copa?
—No nos permiten atender a mujeres solas, creen que vienen a levantar hombres y como el local tiene un perfil para parejas jóvenes, podría tomar mala fama.
—¿Y este lugar tiene buena fama?

Al oír eso el joven recupera la alegría que sintió al escaparse a fumar un cigarro y le cuenta que de todas formas no piensa trabajar en el bar por mucho tiempo; al compañero que le dejó el puesto lo descubrió un tipo que buscaba dobles para una productora en Miami y que un día entró allí a tomarse un trago.

—¿Y tú crees que los buscadores de dobles se pasan el dato?
—A que no, ríe. Si sigue por esta misma calle va a encontrar un bar al que van mujeres solas, es mucho más divertido que este.

Es el bar al que la citó Nilda. Por la vereda de enfrente pasa el director de culto y su amigo con los rollos de 16 milímetros bajo el brazo; en la esquina dudan si meterse o no a un boliche y, tras una breve discusión, deciden retornar la angustia del joven al armario de la casa donde estuvo enterrado los últimos cuarenta años.



2016




















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