¿Y cómo podríamos cantar
con el pie extranjero sobre el corazón,
entre los muertos abandonados en las plazas
sobre la dura hierba de hielo, el lamento
de cordero de los niños, el negro grito
de la madre que fue al encuentro del hijo
crucificado en el poste del telégrafo?
En las ramas de los sauces, por voto,
también nuestras cítaras estaban colgadas
oscilando leves en el viento triste.
en Giorno dopo giorno, 1947
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