Otra vez el dolor y su ciencia
imponen entre nuestros dichos deseo.
El dolor como deseo y el dolor
como indúctil posibilidad.
“… nada de historia,
nada de teoría literaria,
nada de nada” –dijiste.
Nada de lo que hay que saber,
de lo que hay que aprender a saber;
no pueden escribir las sensaciones.
La atención consiste en encontrar
en esta foto
el cuerpo que en el deseo había perdido
el hilo de las sensaciones.
–voces oídas.
La voz de “pá”, “má”
A la cisterna de las palabras
del agua llovida.
Allí estaré, mientras juntás el agua para el pelo
deseándote.
Allí mirando el poder de los embustes,
las teorías,
lo saberes que en el cuerpo
como un tatuaje te hacen detener
las propias imágenes consentidas,
las alcanzadas por indiferencia, por rencor,
por miedo puro
indiferente en ellos,
diferente en mí.
Allí estaré esperándote.
Sólo nuestro dolor parece el sentido;
y placer, aunque ausente,
la sensación reunida.
sólo niega
el sentido.
su sentido
el tacto,
incluso el sabor
–y esa mano pequeña
que lleva la del padre herido
como un juguete.
En un divino mapa que viaja otra vez
hacia la guerra de Oriente,
hacia otra escollera inmaterial
de indolente paciencia…
en Potlach, Amargord Ediciones, Madrid, 2010
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