domingo, marzo 06, 2016

"Incitación al mapuchicidio", de Jaime Huenún





Sergio Villalobos, con la consabida y natural connivencia de El Mercurio, sigue incitando al “mapuchicidio” con su seguidilla de asertos supremacistas y esa intolerante interpretación de la historia chilena y mapuche que tanto él como sus sponsors comunicacionales nos quieren hacer pasar como la única válida. La gente del pueblo, la “querida chusma” según un presidente populista y leonino, le llama a eso en lenguaje de feria “vender la pescá”. El caso es que por medio de una picante y espinuda cartita, el historiador ha planteado una vez más, con patronal majadería, lo que sigue: “La idea de la deuda histórica es una de las mayores falsedades. Se desconoce que los araucanos fueron colaboradores en su dominación, cedieron y vendieron partes de sus tierras, se acomodaron en la nueva situación y recibieron todas las ventajas de una cultura superior: Cristianismo, moral, escritura, cultura, técnica y educación, con lo cual se adaptaron al mundo moderno y han obtenido no pocas ventajas, todo ello en general y de manera gratuita. ¿Quiénes están en deuda histórica?”

Al respecto, sólo podemos señalar que el conspicuo profesor omite mañosamente un categórico número de publicaciones sobre historia y cultura mapuche editadas en las últimas tres décadas, la gran mayoría basadas en investigaciones rigurosas y en no poca cantidad de textos y archivos desclasificados, las que dejan por las cuerdas gran parte de sus tesis y peroratas. Por supuesto, y en descrédito de su ya menguada superioridad académica y moral, nuestro ladino polemista se pasa por el forro los aportes teóricos sobre historia, antropología, poder político, economía, campo cultural, interculturalidad, colonialismo y post colonialismo de Said, Spivak, Bordieu, Foucault, Mariátegui, Fanon, Cesaire, Bhabha, Hobsbawm, Chomsky, Levi Strauss, Bonfil Batalla, Soyinka, Jakobson, Kusch y tantas otras figuras intelectuales reconocidas y que él, al parecer, no conoce ni en pintura. Sabemos que en toda investigación histórica operan las subjetividades, pero de ahí a plantear como verdad monolítica sólo una visión de los hechos no puede sino ser considerada una conducta anclada en la mera soberbia y la mala fe.

Por otra parte, abriendo el abanico a las “no pocas ventajas” legadas por la cultura chilena occidental “superior”, veamos en qué han devenido hoy tan excelsas ventajas, no sólo para los mapuche sino que para toda la población nacional, considerando para ello sólo algunos datitos al voleo:

1.- Entre 2006 y 2015 investigadores de diversas Universidades de Chile y el extranjero han realizado estudios sobre bosque nativo chileno, los cuales muestran que después del año 2000 persisten importantes tasas de pérdida neta de bosques nativos, que suman más de 30.000 ha anuales (Antonio Lara, Carlos Zamorano y Alejandro Miranda. Académicos Universidad Austral de Chile).

2.- Según la última Encuesta Nacional de Salud (2015), 2 de cada 10 chilenos presentan algún síntoma depresivo, es decir, el 17, 2 % de la población sufre de esta enfermedad en el país, cifra que se ubica por sobre el nivel mundial en la materia.

3.- De acuerdo con un informe de la OCDE, dado a conocer en junio de 2014, Chile lidera el ranking de países con peor distribución de ingresos entre los 34 miembros de la organización, indicando además que el 27,8% de las personas en Chile reporta que los ingresos no le alcanzan para comprar alimentos.

4.- Según un informe de mayo de 2014 de la ONG “Grain”, el 70 % de la tierra está en propiedades que tienen en promedio 14.000 hectáreas y mientras tanto el 75 % de los propietarios tiene menos del 4 % de la tierra y no alcanza a tener 5 hectáreas en promedio.

5.- Considerando la Encuesta Casen del año 2013, la tasa de pobreza de la población no indígena en Chile es de un 13,5%; pero en la población indígena alcanza a 23,4%. Casi el doble. Además, la región de la Araucanía sigue liderando el ranking de pobreza y extrema pobreza a nivel nacional.

Cierto es que las referencias estadísticas son manejables y volubles, pero un historiador o un cientista social serio no puede dejarlas de lado por inconvenientes o por mero antojo u ojeriza racial o cultural. En 204 años de República, el Estado y las élites dominantes no sólo han maltratado y despojado a los pueblos originarios (exterminando a varios de ellos), sino que también –utilizando regular y profusamente la violencia legal y militar–, han castigado y subalternizado a la gran mayoría de la población chilena, reduciendo sus derechos, su dignidad, sus espacios territoriales y su condición de seres humanos.

Y ya que hablamos de esto, no podemos dejar de recordar, no sin cierto escalofrío, una frase indeleble del fallecido general Manuel Contreras en su última entrevista televisiva: “Me costó cuatro años ‘pacificar’ este país”, dijo, imperturbable. Y lo pacificó, vaya que lo pacificó, más por la fuerza que por la razón, con esa siniestra mano de hierro que operó impune durante casi dos décadas. Villalobos, por supuesto, no es el Mamo, pero sus impúdicas operatorias discursivas echan más bencina al problema todavía insoluble de las demandas mapuches, movilizando desfachatadamente el lenguaje racista y retrógrado del pacificador académico.

Convengamos que como historiador puede escribir y fundamentar lo que le venga en gana, pero como ciudadano tiene el deber de circunscribir sus dichos al Estado de Derecho que tanto dice respetar y promover. Existe la Ley Indígena N° 19.253, está plenamente vigente el Convenio 169 de la OIT suscrito por Chile el año 2008, existe la Ley Zamudio, todos cuerpos legales que nuestro añoso Herodoto chilensis se pasa repetidas veces por sus partes menos glamorosas.

Desde nuestra perspectiva, la deuda histórica hacia los pueblos indígenas sí es un tema nacional a debatir, un tema tan vigente como el cambio de la Constitución, la reforma educacional, la protección del medio ambiente o la salud pública. Pero dicho debate debe ser consumado por todos los sectores afectados y poniendo sobre la mesa el máximo de información posible. Y no sólo eso, en tales debates sus protagonistas han de tener la idoneidad y claridad suficientes como para entender que sus intervenciones no deben realizarse únicamente a título personal o partidario. La apremiante situación indígena actual demanda soluciones políticas, económicas y culturales participativas y conjuntas. Sabemos que el olmo no ofrece peras, pero considerando los tiempos que corren ¿será mucho pedir que, al menos en relación a esta candente coyuntura, ciertos sectores ilustrados del país abandonen la egomanía, la autorreferencia y el siempre hostigoso autobombo?

Hace más de cincuenta años, el gran novelista José Donoso visitó comunidades huilliches y mapuches de San Juan de la Costa y La Araucanía. Parte de ese periplo quedó plasmado en una dolorosa y visionaria crónica publicada en la revista Ercilla del 6 de marzo de 1963. Allí Donoso, a quien nadie podrá tildar de pro mapuche, da cuenta del estado miserable y del casi total abandono en que permanecían centenares de familias indígenas. Su paso entre los indios dejó una auténtica y conmovedora desazón en su escritura, concluyendo que “los mapuches están en el umbral de una nueva etapa de desarrollo, o avanzarán con el mundo contemporáneo, o los esfuerzos dejados a medio camino los hundirán en un estado peor que el que han estado hasta ahora.” Son esos “esfuerzos dejados a medio camino” los que han constituido la maldición y el freno de los procesos sociales, políticos y culturales tanto de los pueblos indígenas como de los sectores populares del país, agudizando conflictos y eternizando la espera de tiempos mejores.

El pueblo mapuche, sin embargo –contra todo augurio o pronóstico– avanza con el mundo contemporáneo, buscando unir memoria, identidad y territorio en este contradictorio contexto de (pos)modernidad “winka”, preferentemente desde el diálogo y bajo el duro marco legal que Chile le ha impuesto. Retomar con inteligencia, pluralismo, proactiva lucidez y respeto ese diálogo roto es un imperativo ético para todas las partes, pues en él se juega la paz social y el lenguaje con que los hijos de chilenos, mestizos y mapuches se tratarán en las escuelas de campos y ciudades el día de mañana.






5 de marzo, 2016























1 comentario:

Yeti Oc dijo...

Hola, gracias por usar tan elocuentemente la palabra y la rabia para expresar algo que nos mueve y provoca a tantos. Debo reconocer que tampoco he visto ni en pintura la mitad de los autores que nombras, pero sé lo que dice la otra mitad. Y como vivo en el sur no puedo dejar de sentirme orgullosa de la resistencia y que la gente que me rodea, sus nombres, apellidos, ojos, pestañas, mirada, forma de hablar, memoria y silencios existan gracias a esa lucha.