Que
otros peleen a propósito de mi dolor
Que
disputen como lobos hasta el último trozo de mi carne
Mi
dolor es ahora propiedad del Estado
Por
tanto tiempo hambriento, vive de la caridad
Muchos
de ellos, llenos de felicidad, la necesitan
La
tarde se oscurece con la sensación de culpa
La
tormenta vuelve negro el arrecife
Y
ensucia el cercenado precipicio de una vida
Como
el gesto que hace un niño en contra de la noche
Los
turistas esperan con ridículas sonrisas de triunfo
Y
acongojados brazos
En la playa cubierta por murmuraciones.
Haber
conocido al muerto,
Les confiere un aire de grandeza momentánea.
en Un trueno sobre el Popocatépetl, 2000
Traducción de Carlos Almonte
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