viernes, abril 10, 2015

"Las cualidades sonoras de la sangre", de Giovanni Bello





Yaya Pukara
            Mikhuy yaĉakunqa
            Puĉa yaĉakunqa
            Pukyu yaĉakunqa

Cuál habrá sido la sorpresa pavorosa del antiguo sacerdote extirpador de idolatrías cuando debajo de un matorral descubrió un pedregal, y al medio, una fuente con sangre, y dentro de la fuente, piedras hermosas ofrendadas a las pukaras Raucoma y Choquerunto. Cuál la sorpresa carmínea de la sangre ofrendada, todavía caliente, que bullía entre las piedras por el fulgor eléctrico de su belleza oscura. “Y debajo del dicho matorral estaua solado de piedras muy bien puestas y en medio un agujero como bramera de horno la qual estaua llena de sangre, mandó abrir dicha bramadera se bio como una bobeda pequeña y en ellas ofrendas de piedra llacsa”. Cuál la sorpresa del pulso incendiado por la euforia, del ritmo de la sangre agitada por el horror y el júbilo, cuál la música de su plegaria. En el metrónomo de la imprecisión cardiaca, en el pulso de lo pesado, en lo hipnótico de la taquicardia, está la verdadera potencia de la música. Y en la agudeza espasmódica de esa música -como la de quien ora largamente a sus divinidades, de quien toca un juch’uy siku en estado de éxtasis, o se pierde en la saturación eléctrica de un riff con distorsión- está el filo para la herida: la sangre caliente como metáfora jubilosa de la creación, o como metáfora pavorosa de la destrucción, o como metáfora jubilosa de la destrucción o pavorosa de la creación:

Padre Pukara
            Hayga buena cosecha
            Hayga buenos cultivos
            Hayga agua en los puquios*.

La sangre llama de lejos y retumban los oídos cuando el horror o el júbilo reclaman. Como el agua y otros líquidos esenciales, la sangre fluye inopinadamente en la médula tanto como en los linderos, en la vida como en la muerte. No oímos el galope de nuestra sangre sino hasta que clarean las luces del escenario después de un concierto –mientras nuestros cuerpos están mojados y oscuros y nuestros oídos textualmente laten- o cuando nos oscurece la idea de la muerte al despertarnos una mañana de domingo y recordamos el momento de nuestro alumbramiento. En los sacrificios rituales de animales –tal este caso- o en los sacrificios humanos –como los autoimpuestos por los samuráis al pie del Fuji, en el bosque de Aokigahara-, la sangre que brota de los cuerpos sacrificados ha sido siempre un motivo musical. El horror, la oscuridad, la vida, el fuego, el-deelay-y-luego-el-silencio, la creación, el éxtasis, el amor, el drone, los metales pesados, el calor, la destrucción, el júbilo, la saturación eléctrica, Paulo enceguecido por el efecto de las drogas alucinógenas que un hipster angelheaded le dio mientras oían Black Sabbath, la distorsión, la muerte, el vértigo, la claridad, el rock, la luz, la claridad: parece ser que allí están encerradas, como en la bramadera del extirpador, todas las cualidades sonoras de la sangre.

Quedan invitados a ver debajo de este matorral.










* Rezo en quechua transcrito por los sacerdotes extirpadores de idolatrías en el siglo XVII y traducidos al castellano por Cesar Itier. Describen las pukaras (ídolos indios) Raucoma y Choquerunto. Duviols, Pierre. Procesos y visitas de idolatrías. Cajatambo, siglo XVII. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú-IFEA, 2003




Nota: Este texto es el segundo poema en prosa escrito expresamente por el autor para la banda stoner paceña Caja Negra. Parte del mismo fue reproducida en el booklet de Sangre, el segundo álbum de dicha banda. El primer poema en prosa se puede encontrar en la selección de escritos sobre rock y literatura Mixtape publicada por Yerba Mala Cartonera y subida a la red en el blog de esa editorial.











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