Mi
sermón. Comenzó en sueños,
los
temas entremezclándose.
Pintores
y bailarines,
he
olvidado sus nombres
así
como ustedes el mío.
Estábamos
juntos
en
ese vasto salón,
y
debíamos el arriendo.
Nos
movíamos con cautela,
como
para no ofender.
Hablamos
hacia el final,
sotto voce, sobre los pórticos
que
debemos sortear
y
las ruinas que hay más allá,
movimiento
como tiempo,
gesto
como luz,
los
patrones que se rompen,
todas
esas fricciones y miedos
y
los años,
el
arriendo que todavía se debe.
Traducción: Marcelo Pellegrini
en Figuras del original, 2006
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