La luz improbable
de esta gélida niebla te es espejo
y te devuelve el primer verso.
Declina el día.
Y la muerte, prendida
a los muros leprosos, cargados de liquen,
de los palacios derrumbados
te dicta la escritura.
Con aflicción, ves la luz que hunde para siempre
los palacios —la imagen de los palacios— y la memoria
en el fondo del canal.
Como un misterio,
percepción y luz se desvanecen:
estos postreros azules sin sombra.
en L’arquitectura de la llum, 2012
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