Cuando llegué a Chile me sorprendió advertir la extensa
cultura, el buen juicio y el pensamiento constructivo de la juventud de ese
país. Los muchachos de Chile carecían del resentimiento, de la desubicación,
del espíritu de pueril protesta y alharaquienta subversión que predomina entre
los peruanos. Aun los de ideas revolucionarias no eran revoltosos. Tropecé con
un ascensorista que estaba leyendo a Goethe y vi mil casos parecidos más. Pude
verificar que todo eso se debía, en gran parte, a la sólida orientación
humanista que dejó al país, como su mejor legado, el maestro Andrés Bello. Un
muchacho que pasa por lo que allá se llama humanidades, o sea, la instrucción
media, ha leído y asimilado una enorme cantidad de obras clásicas. Tiene una
idea histórica de la cultura y está adiestrado para participar de sus
excelencias. En las universidades y escuelas especiales, continúa frecuentando
las humanidades. Autores antiguos y modernos, que tratan de los más
desinteresados aspectos de la vida, contribuyen inclusive a la formación del
técnico. Y por tal motivo, al César lo que es del César, el pueblo chileno en
conjunto está mejor preparado que el peruano… Y el desarrollo armónico se debe
a esa educación de primera clase.
en “La cultura y
los jóvenes”, El Comercio, Lima, 1957
Extraído de Memorias: mucha suerte con harto palo, 1976
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