Pequeños hombres y mujeres, tristes camaradas,
esparcen hoy azules y rojas flores
sobre sus tumbas, temerosamente iluminadas.
Actúan como pobres muñecos ante la muerte.
¡Oh!, cómo lucen aquí llenos de miedo y humildad,
como sombras paradas tras negros arbustos.
En el viento del otoño los lamentos de los que
no han nacido,
también luces yendo a la deriva.
El suspiro de los amantes es respirado en el ramaje
y ahí se pudren la madre con el niño.
Parece irreal la danza de los vivos
y raramente dispersa en el viento del anochecer.
Su vida es tan confusa, llena de turbias plagas.
Apiádate, Dios, del infierno y tormento de las mujeres
y de esos lamentos de muerte sin esperanza.
Solitarios deambulan en silencio por el salón
de las estrellas.
en Grodek, Dscntxt Editores, 2014
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