En
las vedadas aguas cristalinas
del
exclusivo coto de la mente,
un
buen día nadar como un delfín,
guardando
tras un alto promontorio
la
ropa protectora pieza a pieza,
en
tanto entre las ondas transparentes,
sumergido
por vez primera a fondo
sin
pensar nunca que al retorno en fin
al
borde de la firme superficie,
el
invisible dueño del paraje
la
ropa alce furioso para siempre
y
cuán desguarnecido quede allí,
aquel
que los arneses despojóse,
para
con premeditación nadar,
entre
sedosas aguas, pero ajenas,
sin
pez siquiera ser, ni pastor menos.
en Sextinas y otros poemas, 1970
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