En un artículo publicado en septiembre de 2006 en The Electronic Intifada calificábamos la política israelí referente a Gaza de genocidio progresivo.
Por desgracia, el actual ataque de Israel a Gaza indica que esta política continúa con toda su furia. El término es importante ya que sitúa adecuadamente la brutal acción de Israel (la de entonces y la de ahora) en un marco histórico más amplio.
Se debe insistir en este contexto ya que la maquinaria de propaganda israelí intenta una y otra vez caracterizar sus políticas como políticas situadas fuera de contexto y convierte el pretexto para una nueva oleada de destrucción que en cada ocasión encuentra en la principal justificación para otra serie de matanzas indiscriminadas en los campos de la muerte de Palestina.
El contexto
La estrategia sionista de caracterizar sus políticas brutales como una respuesta ad hoc a tal o cual acción palestina es tan vieja como la propia presencia sionista en Palestina. Se utilizó continuamente como justificación para implementar la visión sionista de una futura Palestina en la que habría muy pocos palestinos originarios, si es que había alguno.
Los medios para lograrlo fueron cambiando con los años, pero la fórmula sigue siendo la misma: sea cual sea la visión sionista de un Estado judío, solo puede materializarse sin una cantidad significativa de palestinos y palestinas en él. Y hoy en día la visión es la de un Israel que se extiende sobre la casi totalidad de la Palestina histórica en la que todavía viven millones de palestinos y palestinas.
Como todas las anteriores, la actual oleada genocida también tiene unos antecedentes más inmediatos. Nació de un intento de frustrar la decisión palestina de formar un gobierno de unidad al que ni siquiera Estados Unidos pondría objeciones.
El fracaso de la desesperada iniciativa de “paz” del secretario de Estado estadounidense John Kerry legitimó el llamamiento palestino a las organizaciones internacionales de detener la ocupación. Al mismo tiempo los palestinos se ganaron una vez más el reconocimiento internacional debido al prudente intento del gobierno de unidad de crear una vez más una estrategia para coordinar las políticas de los diferentes grupos y agendas palestinos.
Ya desde junio de 1967 Israel buscó la manera de mantener los territorios que había ocupado ese año sin incorporar a la población palestina originaria como ciudadanos de pleno derecho. Al mismo tiempo participó en una farsa de un “proceso de paz” para encubrir sus políticas unilaterales de colonización a base de hechos consumados o para ganar tiempo.
Durante décadas Israel diferenció entre las zonas que quería controlar directamente y aquellas que controlaba indirectamente, y ello con el objetivo a largo plazo de reducir la población palestina al mínimo por medio, entre otras cosas, de la limpieza étnica y la asfixia tanto económica como geográfica.
La ubicación geopolítica de Cisjordania da la impresión, al menos en Israel, de que es posible lograr esto sin que se prevea un tercer levantamiento o demasiada condena internacional.
Debido a su excepcional ubicación geopolítica, la Franja de Gaza no se prestaba tan fácilmente a esta estrategia. Ya desde 1994 y todavía más cuando Ariel Sharon llegó al poder como primer ministro a principios de la década de 2000 la estrategia respecto a Gaza fue convertirla en un gueto y de alguna manera esperar que su población (que a día de hoy asciende a 1.800.000 personas) cayera en el olvido eterno.
Pero resultó que el gueto era rebelde y que no estaba dispuesto a vivir en unas condiciones de asfixia, aislamiento, hambruna y colapso económico. Por consiguiente, había que continuar con las políticas genocidas para volver a enviarlo al olvido.
El pretexto
El 15 de mayo las fuerzas israelíes asesinaron a dos niños palestinos en la ciudad cisjordana de Beitunia. Un vídeo grabó su asesinato a sangre fría a causa de los disparos de un francotirador. Sus nombres, Nadim Nuwara y Muhammad Abu al-Thahir, se sumaron a una larga lista de asesinatos similares en los últimos meses y años.
Puede que el asesinato de tres adolescentes israelíes, dos de ellos menores, que habían sido secuestrados en la ocupada Cisjordania en junio, fuera una represalia por el asesinato de los dos niños palestinos. Pero proporcionó a todas las depredaciones de la opresiva ocupación el pretexto para en primer lugar y sobre todo destruir la delicada unidad en Cisjordania, pero también para llevar a cabo el viejo sueño de eliminar a Hamás de Gaza con el fin de que el gueto recuperara la calma.
Desde 1994, incluso antes de que Hamás llegara al poder en Gaza, la muy peculiar ubicación geopolítica de la Franja hizo evidente que toda acción de castigo colectivo, como la que se está llevando a cabo ahora, solo podría ser una operación de asesinatos y destrucción masivos. En otras palabras, un genocidio progresivo.
El hecho de reconocer esto no impide a los generales que dan órdenes bombardear a la población por tierra, mar y aire. Reducir la cantidad de palestinos y palestinas de toda la Palestina histórica sigue siendo una visión sionista. En Gaza su implementación adopta su forma más inhumana.
Como en el pasado, el momento particular en el que se ha llevado a cabo esta oleada está determinado por otras consideraciones. Continúa el descontento social interno de 2011 y durante un tiempo el público israelí pidió recortar los gastos militar y dedicar a servicios sociales dinero del inflado presupuesto de “defensa”. El ejército calificó esta posibilidad de suicida.
No hay nada como una operación militar para acallar cualquier voz que pida a un gobierno que recorte sus gastos militares.
En la actual oleada también aparecen las típicas características de etapas anteriores de este genocidio progresivo. Se puede ver una vez más el apoyo generalizado judío israelí a la masacre de civiles en Gaza sin que haya una sola voz disidente significativa. En Tel Aviv las pocas personas que se atrevieron a manifestarse en contra de la masacre fueron golpeadas por fanáticos judíos mientras la policía se mantenía al margen y observaba.
Como siempre, las instituciones académicas se convierten en parte de la maquinaria. La prestigiosa universidad privada Centro Interdisciplinar Herzliya ha establecido un “cuartel general civil” en el que los alumnos se prestan a ejercer de altavoz de la campaña de propaganda en el extranjero.
Los medios de comunicación participan lealmente sin mostrar imagen alguna de la catástrofe humana que esta provocando Israel e informando a su público de que esta vez “el mundo nos comprende y nos apoya”.
Esta afirmación es hasta cierto punto válida ya que las elites políticas occidentales siguen concediendo al “Estado judío” la impunidad de siempre. Con todo, los medios no han concedido a Israel el mismo nivel de legitimidad que este buscaba para sus políticas criminales.
Entre las obvias excepciones encontramos a los medios franceses, especialmente France 24, y la BBC, que de manera vergonzosa siguen repitiendo como loros la propaganda israelí.
Esto no es sorprendente ya que los grupos de presión a favor de Israel continúan trabajando sin descanso para presionar a favor de Israel tanto en Francia como en el resto de Europa, como hacen en Estados Unidos.
El camino que tenemos por delante
Actos como quemar vivo a un adolescente palestino de Jerusalén, matar a tiros a otros dos solo por diversión en Beitunia o asesinar a familias enteras en Gaza son todos ellos actos que únicamente se pueden perpetrar si se deshumaniza a la víctima.
Reconoceré que por todo Oriente Próximo hay actualmente casos espantosos en los que la deshumanización ha cosechado horrores inimaginables como los de hoy en Gaza. Pero hay una diferencia fundamental entre estos casos y la brutalidad israelí: en todo el mundo se condenan los primeros por ser brutales e inhumanos, mientras que el presidente de Estados Unidos, los dirigentes de la Unión Europea y otros amigos de Israel en el mundo autorizan y aprueban públicamente los que comete Israel.
La única lucha fructífera posible contra el sionismo en Palestina es una lucha basada en un programa de derechos humanos y civiles que no diferencie entre unas violaciones y otras, aunque diferencie claramente entre la víctima y los victimarios.
Habría que juzgar con los mismos principios morales y éticos tanto a quienes cometen atrocidades en el mundo árabe contra minorías oprimidas y comunidades indefensas como a los israelíes que cometen estos crímenes contra el pueblo palestino. Todos ellos son criminales, aunque en el caso de Palestina llevan más tiempo actuando que ningún otro.
La identidad religiosa de quienes cometen estas atrocidades o en nombre de qué religión pretenden hablar en realidad no tiene importancia alguna. Ya se califiquen a sí mismos de yihadistas, judaístas o sionistas habría que tratarlos a todos de la misma manera.
Un mundo que dejara de utilizar un doble rasero en su trato con Israel sería un mundo mucho más eficaz en sus respuestas a los crímenes de guerra en cualquier otra parte del mundo.
Poner fin al genocidio progresivo en Gaza y restituir los derechos humanos y civiles básicos de los y las palestinas estén donde estén, incluido el derecho al retorno, es la única manera de abrir una nueva perspectiva de una intervención internacional productiva en Oriente Próximo en su conjunto.
Julio, 2014
Traducido del inglés para rebelion.org por Beatriz Morales Bastos
Traducido del inglés para rebelion.org por Beatriz Morales Bastos
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