Es
agosto y no he
leído un libro en seis meses
salvo una cosa titulada The Retreat From Moscow
de Caulaincourt.
Sin embargo, soy feliz
cuando voy en coche con mi hermano
bebiendo una pinta de Old Crow.
No vamos a ningún sitio,
conducimos sin más.
Si cerrara los ojos durante un minuto
no sabría dónde estoy
y me tumbaría encantado a dormir para siempre
a la orilla de la carretera.
Pero mi hermano me da un suave codazo.
En un momento va a pasar algo.
leído un libro en seis meses
salvo una cosa titulada The Retreat From Moscow
de Caulaincourt.
Sin embargo, soy feliz
cuando voy en coche con mi hermano
bebiendo una pinta de Old Crow.
No vamos a ningún sitio,
conducimos sin más.
Si cerrara los ojos durante un minuto
no sabría dónde estoy
y me tumbaría encantado a dormir para siempre
a la orilla de la carretera.
Pero mi hermano me da un suave codazo.
En un momento va a pasar algo.
en Todos nosotros, 2006
*
Raymond Carver sobre “Bebiendo en el coche”
Digamos que no soy poeta de nacimiento. He escrito
poemas porque no siempre he tenido tiempo para escribir un relato, mi primera
opción. Por eso muchos de mis poemas tienen una marcada tendencia narrativa. Me
gustan los poemas que me dicen algo la primera vez que los leo. También me
gustan algunos, o al menos reconozco su valor, que necesito leer dos, tres o
cuatro veces para ver cómo y por qué funcionan. En todos mis poemas busco una
atmósfera concreta. Uso constantemente el pronombre personal, aunque la mayoría
son completamente inventados. Sin embargo, muchas veces los poemas tienen una
base real, como es el caso de “Bebiendo en el coche”. El poema está escrito
hace un par de años. Creo que posee cierta tensión y quiero creer que logra
expresar el sentido de pérdida y leve desesperación que atenaza a quien vive
peligrosamente sin ocupación alguna, como le ocurre a quien se expresa en él.
Cenando lo escribí, tenía un trabajo de ocho a cinco y una posición más o menos
decente como empleado de oficina. Pero, como pasa siempre con este tipo de
trabajos, no tenía mucho tiempo para andar por ahí. Además, tampoco estaba
leyendo ni escribiendo. Es una exageración decir no había leído un libro en
seis meses, pero me parece que no andaba muy lejos de la verdad. El poema se me
había ocurrido mientras leía Retrato de
Moscú, de Caulaincourt, uno de los generales de Napoleón. Aquellos días, me
fui con mi hermano una o dos veces a dar una vuelta en su coche por la noche,
un poco a la deriva, allí encerrados bebiendo una botella de Old Crow. De este
modo, con estos vagos recuerdos y mi propia sensación de frustración, me senté
a escribir el poema. Todo se juntó ahí. Realmente no puedo decir mucho más del
poema o de su proceso de escritura. No sé si será bueno, pero puede que tenga
algún mérito. Te aseguro que es uno de mis favoritos.
Nota aparecida en New Voices in
American Poetry, ed. de David Alian Evans; Winthrop Publishers, Cambridge,
Mass., 1973
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