a Jorge
Luis Borges
De cuantos hombres Dios ha reclamado
a su diestra, ninguno tan preciso
en su misión, la de nombrar lo que hizo
el Creador torpe y apresurado.
Necesitaba el Hacedor supremo
de un humano hacedor, austral y ciego,
que completara su invención, un juego
de sílabas ardientes, que al extremo
De su caída en el vacío adverso,
se decantan en forma de universo.
Supo soñarlas el Demiurgo altivo,
Darles textura, resonancia, nombre
-y su imagen, entre ellas, dar al hombre-.
Pero aún le faltaba un adjetivo.
en Un testigo perenne y dilatado, 1993
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