¡Lo que daría ahora por no haber hablado de ciencia
ficción aquella noche! Si no lo hubiéramos hecho, en estos momentos no estaría
obsesionado con esa bizarra e imposible historia que nunca podrá ser comprobada
ni refutada.
Sin embargo, tratándose de cuatro escritores
profesionales de relatos fantásticos, supongo que el tema resultaba ineludible.
A pesar de que logramos posponerlo durante toda la cena y los tragos que
tomamos después, Madison, gustoso, contó a grandes rasgos su partida de caza, y
luego Brazell inició una discusión sobre los pronósticos de los Dodgers. Más
tarde me vi obligado a desviar la conversación al terreno de la fantasía.
No era mi intención hacer algo así. Pero había bebido
un escocés de más, y eso siempre me vuelve analítico. Y me divertía la perfecta
apariencia de que los cuatro éramos personas comunes y corrientes.
-Camuflaje protector, eso es -anuncié-. ¡Cuánto nos
esforzamos por actuar como chicos buenos, normales y ordinarios!
Brazell me miró, un poco molesto por la abrupta
interrupción.
-¿De qué estás hablando?
-De nosotros cuatro -respondí-. ¡Qué espléndida
imitación de ciudadanos hechos y derechos! Pero no estamos contentos con eso...
ninguno de nosotros. Por el contrario, estamos violentamente insatisfechos con
la Tierra y con todas sus obras; por eso nos pasamos la vida creando, uno tras
otro, mundos imaginarios.
-Supongo que el pequeño detalle de hacerlo por dinero
no tiene nada que ver - inquirió Brazell, escéptico.
-Claro que sí -admití-. Todos creamos nuestros mundos y
pueblos imposibles muchísimo antes de escribir una sola línea, ¿verdad? Incluso
desde nuestra infancia. Por eso no estamos a gusto aquí.
-Nos sentiríamos mucho peor en algunos de los mundos
que describimos –replicó Madison.
En ese momento, Carrick, el cuarto del grupo, intervino
en la conversación. Estaba sentado en silencio, como de costumbre, copa en
mano, meditabundo, sin prestarnos atención.
Carrick era raro en muchos aspectos. Sabíamos poco de
él, pero lo apreciábamos y admirábamos sus historias. Había escrito algunos
relatos fascinantes, minuciosamente elaborados en su totalidad sobre un planeta
imaginario.
-Lo mismo me ocurrió a mí en una ocasión --dijo a
Madison.
-¿Qué? -preguntó Madison.
-Lo que acabas de sugerir... Una vez escribí sobre un
mundo imaginario y luego me vi obligado a vivir en él -contestó Carrick.
Madison soltó una carcajada.
-Espero que haya sido un sitio más habitable que los
escalofriantes planetas en los que yo planteo mis embustes.
Carrick ni siquiera sonrió.
-De haber sabido que viviría en él, lo habría creado
muy distinto -murmuró. Brazell, tras dirigir una mirada significativa a la copa
vacía de Carrick, nos guiñó un ojo y pidió con voz melosa:
-Cuéntanos cómo fue, Carrick.
Carrick no apartó la mirada de su copa, mientras la
giraba entre sus dedos al hablar. Se detenía entre una frase y otra.
-Sucedió inmediatamente después de que me mudara junto
a la Gran Central de Energía. A primera vista, parecía un lugar ruidoso, pero,
en realidad, se vivía muy tranquilo en las afueras de la ciudad. Y yo
necesitaba tranquilidad para escribir mis historias.
»Me dispuse a trabajar en la nueva serie que había
comenzado, una colección de relatos que ocurrirían en aquel mundo imaginario.
Empecé por crear detalladamente todas las características físicas de ese mundo
y del universo que lo contenía. Pasé todo el día concentrado en ello. Y cuando
terminé, ¡algo en mi mente hizo clic!
»Esa breve y extraña sensación me pareció una súbita
materialización. Me quedé allí, inmovilizado, al tiempo que me preguntaba si
estaría enloqueciendo, pues tuve la repentina seguridad de que el mundo que yo
había creado durante todo el día acababa de cristalizar en una existencia
concreta, en alguna parte.
»Por supuesto, ignoré esa extraña idea, salí de casa y
me olvidé del asunto. Pero al día siguiente sucedió de nuevo. Dediqué la mayor
parte del tiempo a la creación de los habitantes del mundo de mi historia. Sin
duda los había imaginado humanos, aunque decidí que no fueran demasiado
civilizados, pues eso imposibilitaría los conflictos y la violencia
indispensable para mi trama.
»Así pues, había gestado mi mundo imaginario, un mundo
de gente que estaba a medio civilizar. Imaginé todas sus crueldades y
supersticiones. Erigí sus bárbaras y pintorescas ciudades. Y, justo cuando
terminé, aquel clic resonó de nuevo en mi mente.
»Entonces sí me asusté de verdad, pues sentí, con mayor
fuerza que la primera vez, esa extraña convicción de que mis sueños se habían
materializado para dar paso a una realidad sólida. Sabía que era una locura;
sin embargo, en mi mente tenía la increíble certeza. No podía abandonar esa
idea.
»Traté de convencerme de descartar tan loca convicción.
Si en verdad había creado un mundo y un universo con sólo imaginarlos, ¿dónde
se hallaban? Desde luego no en mi propio cosmos. No podría contener dos
universos completamente distintos el uno del otro.
Pero ¿y si este mundo y este universo de mi imaginación
se habían concretado en la realidad en otro cosmos vacío? ¿Un cosmos localizado
en una dimensión diferente a la mía? ¿Uno que contuviera solamente átomos
libres, materia informe que no había adquirido forma hasta que, de alguna
manera, mis concentrados pensamientos les hicieron tomar las imágenes que yo
había soñado?
»Medité esa idea de la extraña manera en que se aplican
las leyes de la lógica a las cosas imposibles. ¿Por qué los relatos que yo
imaginaba no se habían vuelto realidad en ocasiones anteriores y sólo ahora
habían empezado a hacerlo? Bueno, para eso había una explicación plausible.
Vivía cerca de la Gran Central de Energía. Alguna insospechada corriente de
energía emanada de ella dirigía mi imaginación condensada, como una fuerza súper
amplificadora, hacia un cosmos vacío donde conmocionó la masa informe y la hizo
apropiarse de aquellas formas que yo soñaba.
»¿Creía en eso? No. Por supuesto que no, pero lo sabía.
Hay una gran diferencia entre el conocimiento y la creencia; como alguien dijo:
"Todos los hombres saben que un día morirán y ninguno cree que llegará ese
día". Pues conmigo ocurrió exactamente lo mismo. Me daba cuenta de que no
era posible que mi mundo fantástico hubiese adquirido una existencia física en
un cosmos dimensional diferente, aunque, al mismo tiempo, yo tenía la extraña
convicción de que así era.
»Y entonces se me ocurrió algo que me pareció
entretenido e interesante. ¿Y si me creaba a mí mismo en ese otro mundo?
¿También sería yo real en él? Lo intenté. Me senté ante mi escritorio y me
imaginé a mí mismo como uno más entre los millones de individuos de ese mundo
ficticio; pude crear todo un trasfondo familiar e histórico coherente para mí
en aquel lugar. ¡Y algo en mi mente hizo clic!».
Carrick hizo una pausa. Todavía contemplaba la copa
vacía que agitaba lentamente entre sus dedos.
Madison le incitó a continuar:
-Y seguro que despertaste allí y una hermosa muchacha
se acercó a ti, y preguntaste: «¿Dónde estoy?».
-No sucedió así -respondió Carrick, sombrío-. No fue
así en absoluto. Desperté en ese otro mundo, sí. Pero no fue como un despertar
real. Simplemente, aparecí allí de repente.
»Seguía siendo yo. Pero, sin embargo, era el yo
imaginado por mí para ese otro mundo. Se trataba de otro yo que siempre había
vivido allí, del mismo modo que sus antepasados. Verán, yo lo había creado
todo.
»Y mi otro yo era tan real en ese mundo imaginario
creado por mí como lo había sido en el mío propio. Eso fue lo peor. Todo en ese
mundo a medio civilizar era tan vulgar dentro de su realidad...».
Hizo una nueva pausa.
-Al principio, me resultó sumamente extraño. Caminé por
las calles de aquellas bárbaras ciudades y miré los rostros de las personas con
un imperioso y acuciante deseo de gritar en voz alta: "¡Yo los imaginé a
todos! ¡Ninguno de ustedes existía hasta que yo los soñé!".
»Sin embargo, no lo hice. Sin duda, no me habrían
creído. Para ellos, yo no era más que un miembro insignificante de su raza.
¿Cómo podían pensar que ellos, sus tradiciones y su historia, su mundo y su
universo, habían surgido súbitamente gracias a mi imaginación?
»Cuando cesó mi turbación inicial, me desagradó el
lugar. Resulta que lo había creado demasiado bárbaro. Las salvajes violencias y
crueldades que me habían parecido tan seductoras como material para la
historia, eran aberrantes y repulsivas al vivir en mi propia carne. Sólo
deseaba volver a mi mundo.
»¡Y no pude regresar! No había forma. Tuve la vaga
sensación de que podría imaginarme de vuelta en mi mundo así como había
imaginado mi viaje a ese otro. Pero fue en vano. La extraña fuerza que había
propiciado el milagro no funcionaba en dirección contraria.
Lo pasé bastante mal al percatarme de que estaba
atrapado en un mundo desagradable, extenuado y bárbaro. Primero pensé en
suicidarme. Sin embargo, no lo hice. El hombre se adapta a todo. Y me acoplé lo
mejor que pude al mundo creado por mí».
-¿Qué hiciste allí? Quiero decir: ¿qué función
cumpliste? -preguntó Brazell. Carrick se encogió de hombros.
-No dominaba las habilidades y destrezas del mundo que
había creado. Sólo poseía mi propio oficio... el de contar historias.
Empecé a sonreír.
-¿No querrás decir que empezaste a escribir historias
fantásticas?
Él asintió, sombrío.
-No me quedó más remedio. Sin duda, aquello era lo
único que podía hacer, dadas las circunstancias. Escribí historias sobre mi
propio mundo real. Para esa gente, mis relatos eran de una imaginación
desbordante... y les gustaron.
Nos echamos a reír. Pero Carrick permaneció mortalmente
serio. Madison llevó la broma hasta sus
últimas consecuencias.
-¿Y cómo te las arreglaste para regresar finalmente a
casa desde ese otro mundo que habías creado?
-¡Nunca regresé a casa! -respondió Carrick con un
amargo suspiro.
en Super Science Stories, Mayo 1943
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