El
pasto era suave
que
caímos llenos de felicidad
de
un puntapié
o
de una sombra amiga
que
nos hacía rodar
hasta
que nos atajaba la sombra de un arquero.
En
este campo pateábamos penales
convertíamos
los goles sobre el pasto florido
rodábamos
hasta pertenecer a la tierra
como
un equipo inseparable.
en El eco de los trieles, 2005
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