Yo
sentí un funeral en mi cerebro,
y
dolientes yendo y viniendo
marcharon,
marcharon, marcharon hasta
que
el sentido se me salía.
Y
cuando todos ya estaban sentados,
los
oficios como un tambor
sonaron,
sonaron, sonaron hasta
que
mi mente se oscurecía.
Y
los oí levantar una caja
y
crujir a través de mi alma
con
sus zapatos de plomo de nuevo.
Y
el espacio empezó a doblar,
como
si fuera el cielo una campana
y
el ser solamente un oído,
y
yo y el silencio una raza extraña,
naufraga,
solitaria, aquí.
en Antología de la poesía norteamericana,
2007
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