Los poetas chinos podían hablar de la nieve
con la propiedad de un habitante de la nieve.
Solían cantar en ella; imponerle colores.
Cómo llegar a la nieve
desde mi cómoda habitación
si acaso pensar sirve, si el blanco sirve
y entonces cae el sendero.
Piedras que bordean el arroyo,
el sopor intimidado por su ruido fresco.
—Pero de qué nieve estamos hablando—
me dice un chino, tendido sobre un peñasco
y vemos el pasar del agua un día entero.
Piensa en un cuadrado blanco.
en Magenta, 2014
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