Tres poemas
BAJO
EL CIELO DE LA NOCHE PARTÍAN ESOS BARCOS HACIA DONDE NUNCA LLEGAREMOS;
RECONCILIANDO AL MAR CON LOS VIAJEROS, CON LOS GRITOS DEL MARINO QUE EN NADA
HAN CAMBIADO DESDE QUE ULISES ABANDONARA ÍTACA.
Por
la piel, pesadamente, este verano
cae
ronco, enfermo entre los dedos,
impune
hasta los pies avanza.
Pero
el aire del océano es la cura,
el
clima de boreales y meteoros
vistos
al azar en la cubierta
habrá
de refrescarnos la nostalgia.
La
ciudad se ve pequeña y nos creemos
que
un incendio al fin la ha consumido,
abriendo
cada puerta con el miedo,
cada
casa vulnerada por el grito.
Mejor
es alejarse, abandonar,
dejar
el muladar donde crecimos:
No
hay amor que se resista continuando
el
duelo de las noches sin huida.
PERDIDA
LA CIUDAD Y NUESTROS PASOS: PERDIDOS EN EL LÍMITE DEL ASCO. UNA CALLE TRAE
GRITOS DE MUCHACHOS Y LA NOCHE ENTONA CANTOS DE SIRENAS.
El
humus de la tierra aniquilada,
el
sórdido aletear de moribundos,
agua
sin murmullo ni secreto:
pánico
de herida insatisfecha.
Ojo
que recorre cada pliegue
de
piel o de tejido: ojo insomne,
desgarro
de los huesos que tiritan
ávidos
de huesos cazadores.
Vergüenza
entre los labios calcinados
y
hambre y sed y lúbrico gemido:
destrozo
de las olas sin ventura,
rugido
que acaricia con su trueno.
Amor
que no es amor entre las yemas
del
odio malparido por la muerte.
Figura
fragmentada del delirio,
caída
hoz de pena arrepentida.
DESENCAJADOS,
ENHIESTOS O PERDIDOS. ROBÁNDOLE A LA SOMBRA SU DESPRECIO, AL IRIS SU CALOR Y EL
PORVENIR, DESGARRAN SUS HARAPOS EN LO BLANCO, EN LA OSCURA HABITACIÓN DE SUS
DESIERTOS, EN LA FIEBRE PERMANENTE DEL VACÍO.
La
cara la perdimos en espejos,
la
voz que permanece ya no es nuestra,
el
torpe movimiento, aquellas pausas:
los
pasos que regresan y no avanzan,
el
odio que es amor de acantilado.
Alguien
dice que estamos en los montes,
en
los cráteres, los valles de la luna.
Alguien
dice que fue el padre o nuestra madre,
un
atroz cuchillo negro que se hunde
o
el paisaje interminable de ventanas.
La
verdad es que elegimos esta muerte,
este
sonido reflejo de persona.
La
verdad, cuando soñamos, no nos cae
ni
la baba de los bobos, ni se escapan
mariposas
de las manos en la tarde.
en Escenas del derrumbe de Occidente
(Segunda edición,
Descontexto Editores), 2014
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