03:35
a.m.
Terremoto
amniótico devoró la noche.
Tan
natural fue la llegada de las bestias
a
cada puerta de ternura
que
el laberinto
se
convirtió en hogar seguro
para
llorar la muerte.
07:10
a.m.
Un
minuto
es
todo el abandono,
la
pérdida, el hambre,
la
velocidad líquida
que
no conoces,
un
vértigo desdibujado
sobre
la carne.
08:06
a.m.
En
tus ojos, el mundo,
el
recorrido circular
de
dolor
concentrándose
en
el impreciso octubre
de
tus pulmones.
09:15
a.m.
Dormir
es sufrir contigo,
vivirte
en los sueños
con
las heridas anestesiadas
por
aparatos eléctricos
que
respiran veloces el miedo.
11:20
a.m.
Cercenaron
todos los ombligos
en
una sola noche.
Sobrevolando
el miedo
dejó conocer las marcas
de
los condenados a no nacer,
la
equis en el pecho
y
ese diafragma
rompiendo
y
rompiéndose
al
cavar las tumbas prolongadas
la
tierra en las uñas detestables de frío.
Suicidándose
los pueblos
perpetuaban
a sus hijos
y
traducido el llanto
a
columnas débiles sobre la espalda
se
detuvo el juego de los cuchillos.
Niño,
amuleto, ausencia,
vacíos
los espejos
de
tu mirada
no
puede poblarse el mundo
sin
las huellas que desatan
el
misterio animal del origen
desértico
el refugio tótem
de
tu cuerpo,
sin
peces coloridos
obligándote
a respirar
lates
como corazón de pájaro terrestre
clavado
al barro
y
tus manos
pequeñas
cuencas
donde
todo se pierde.
en Cajita americana, 2012
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