miércoles, enero 08, 2014

“Jean Echenoz canta boleros”, de Félix Cábitat









En el fondo de su corazón
se asoma una guitarra,
cansado de llorar
se auto-impone una salida.

Letra de extraños ribetes
se acordona los zapatos frente al tren;
no mira el entorno descompuesto,
tampoco el aire singular teñido.

Radiografía de un perfecto estado
de inacción, transitoria, especular…
Se aleja rápido, imposible,
en el riesgo adorno de las cosas.

Se despide apenas llega
con un fuerte abrazo y sonrisa estrecha,
no se expande el edificio ni el cartel publicitario.
Se adoquina frente al parque, solo, silencioso.

Quien cruza piensa ‘este está durmiendo’,
sin embargo él piensa en cómo hacer,
cómo observar a través del ojo de un cartel publicitario.
Saca cuentas, ya no olvida.

La salida es esa,
la salida del final es la del inicio.
Recrear, transitar, tararear esta canción.
No expresar movimiento, ni sonido.

Sus zapatos olvidados frente a la estación.
Su nariz congestionada.
Su visión acorde al ruido citadino.
Y, aún así, esconde el tiempo y las acciones.

Se acomoda en un rincón del prado,
sus pies descalzos recuperan el color.
Ya no llueve, ya no llora, ya respira
el aire de colores de hace un rato.

Duerme-y-velado, aleja el abatido ánimo.
No provoca la sorpresa, la mirada adusta.
Es como si no respirara.
Es como si no existiera.  



en Un libro escrito en el verano, 1996













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