Y,
ahora, recordando mi antiguo ser,
los
lugares que yo he habitado,
Y que aún ostentan mis sagrados pensamientos,
comprendo que el sentido, el ruego con que toda
Y que aún ostentan mis sagrados pensamientos,
comprendo que el sentido, el ruego con que toda
soledad
extraña nos sorprende
No es más que la evidencia que de la tristeza humana queda.
O, también, la luz de aquel que rompe su seguridad,
No es más que la evidencia que de la tristeza humana queda.
O, también, la luz de aquel que rompe su seguridad,
su
consecutiva atmósfera,
Para sentir cómo, al retornar, todo su ser estalla
Para sentir cómo, al retornar, todo su ser estalla
dentro
de un gran número,
Y saber que “aún” existe, que “aún” alienta y empobrece
Y saber que “aún” existe, que “aún” alienta y empobrece
pasos
en la tierra,
Pero que está ahí absorto, igual sin dirección,
solitario como una montaña, diciendo la palabra entonces.
De modo que ningún hombre puede consolar al que así sufre:
Lo que él busca, aquellos por quienes él ahora llora,
Lo que ama, se ha ido también lejos, alcanzándose.
Pero que está ahí absorto, igual sin dirección,
solitario como una montaña, diciendo la palabra entonces.
De modo que ningún hombre puede consolar al que así sufre:
Lo que él busca, aquellos por quienes él ahora llora,
Lo que ama, se ha ido también lejos, alcanzándose.
en Defensa del ídolo, 1934
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