En esta carta Nelson Mandela responde a un artículo de Thomas Friedman, columnista del New York Times, hablando contra el racismo, el bloqueo y el apartheid que sufren los palestinos.
Querido Thomas, sé que ambos queremos la paz en el Oriente, pero antes de pasar a hablar de las condiciones exigidas desde una perspectiva israelí, tienes que saber lo que pienso. ¿Dónde empezar? Qué tal 1964. Permítanme citar las palabras que emití durante el juicio efectuado en contra mía. Hoy en día son verdaderas como eran entonces: “Yo he luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He abrigado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todos vivan en armonía y con igualdad de oportunidades. Espero vivir en pos de conseguir este ideal. Pero, si fuera necesario, es un ideal por el que estoy preparado para morir”.
Hoy el mundo, blanco y negro, reconoce que el apartheid no tiene futuro. En Sudáfrica se terminó por nuestra propia acción masiva, decididos a construir paz y seguridad. Esa determinación no pudo sino conducir al establecimiento de la democracia.
Quizás es extraño para usted observar la situación en Palestina o, más específicamente, la estructura de las relaciones políticas y culturales entre palestinos e israelíes como un sistema de apartheid. Esto sucede porque erróneamente piensa que el problema de Palestina comenzó en 1967. Esto queda demostrado en su reciente columna “El primer memo de Bush” en el New York Times, el 27 de marzo de 2001. Parece asombrado por escuchar que aún hay problemas de 1948 que resolver, el más importante de los cuales es el derecho a volver de los refugiados palestinos.
El conflicto palestino-israelí no es sólo una cuestión acerca de la ocupación militar. Israel no es un país que se haya establecido “normalmente”, ya que ocupó otro país en 1967; los palestinos no luchan por un “Estado”, sino por la libertad, liberación e igualdad, al igual que nosotros en Sudáfrica.
En los últimos años, y especialmente durante el Gobierno Laborista, Israel ha demostrado no tener intención alguna de devolver los territorios ocupados en 1967. Al mantener los asentamientos, Jerusalén estaría bajo exclusiva soberanía israelí, y Palestina no sería un estado independiente, estarían bajo el dominio de la economía israelí con un control de la fronteras por parte de Israel, ya sea por tierra, aire, agua y mar.
Israel no está pensando como un “Estado”, sino como una “separación”. El valor de separación se mide en términos de la habilidad de Israel de mantener judío al Estado judío, sin tener una minoría palestina que pudiera tener la oportunidad de convertirse en mayoría en el futuro. Si esto sucediera, Israel se vería obligado a convertirse en una democracia secular, en un Estado binacional, o en un Estado de apartheid, no sólo de facto sino también por ley.
Thomas, si ve los comicios en Israel de los últimos treinta o cuarenta años, con claridad encontrará un racismo vulgar que incluye a una tercera parte de la población que abiertamente se declaran racistas. Este racismo es de naturaleza “odio a los árabes” y “ojalá que los árabes se mueran”. Si también se fija en el sistema judicial en Israel verá que hay discriminación contra los palestinos, y si además considera los territorios ocupados en 1967, encontrará que hay dos diferentes sistemas judiciales operando que representan dos diferentes enfoques sobre la vida humana: uno para la vida palestina, otro para la vida judía. Además hay dos diferentes enfoques sobre la tierra y la propiedad. La propiedad palestina no se reconoce como propiedad privada, ya que puede ser confiscada.
En cuanto a la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, hay un factor adicional. Las así llamadas “zonas autónomas palestinas” son bantustanes*, es decir, entidades restringidas dentro de la estructura de poder del sistema de apartheid israelí.
El Estado palestino no puede ser subproducto del Estado judío, sólo para mantener la pureza judía de Israel. La discriminación racial de Israel es cotidiana para la mayoría de los palestinos. Dado que Israel es un Estado judío, los judíos de Israel gozan de derechos especiales que no disfrutan los no judíos. Los árabes palestinos no tienen lugar en el Estado judío.
El apartheid es un crimen contra la humanidad. Israel ha privado a millones de palestinos de sus bienes y su libertad. Ha perpetuado un sistema de grosera discriminación racial e inequidad. Ha sistemáticamente encarcelado y torturado a miles de palestinos, contra todas las reglas del derecho internacional. Ha, en particular, lanzado una guerra contra la población civil, especialmente niños.
Las respuestas forjadas por Sudáfrica a los abusos de los derechos humanos resultantes de las políticas de remoción y de las políticas de apartheid, respectivamente, arrojan luz por donde la sociedad israelí debe encaminarse antes de que podamos hablar de una paz justa y duradera en el Medio Oriente y un fin a las políticas de apartheid impuestas por Israel.
Thomas, no estoy abandonando la diplomacia de Medio Oriente. Pero no voy a ser más indulgente con usted que sus partidarios. Si desea paz y democracia, lo apoyaré. Si desea la existencia de un apartheid formal, no lo apoyaremos. Si desea apoyar la discriminación racial y la limpieza étnica, a usted nos opondremos. Cuando resuelva en qué está, llámeme.
* Bantustán: En Sudáfrica, durante la época de la segregación racial, zona destinada a reserva de la etnia bantú.
30 de marzo, 2001
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