Sólo
tú has despertado en mí el impulso noble
de
mirar hondamente el corazón del mundo;
con
tu mano me diste entera confianza
que
me llevó seguro por todas tempestades.
Alimentaste
al niño de profundos presagios
y
tú lo condujiste por prados fabulosos;
como
imagen perfecta de la mujer más tierna
su
corazón llevaste a la emoción más alta.
¿Qué
es eso que me ata a las cuitas terrenas?
Mi
corazón, mi vida, ¿no serán siempre tuyos?
¿No
habrá de protegerme tu amor en esta vida?
Al
noble arte quiero por tu amor consagrarme,
pues
tú, adorada, quieres convertirte en mi musa,
y
en el tranquilo espíritu que proteja mis versos.
Aquí,
bajo el secreto poderío del canto,
en
sus trasmutaciones eternas nos saluda;
allí
el país bendice como paz infinita
y
mientras aquí una juventud nos envuelve.
Es
él quien en los ojos claridades derrama
y
de las artes sabe mostrarnos el sentido,
y
el corazón del hombre fatigado o alegre
en
él, intensamente, con gran fervor se gozan.
En
su pecho abundante he bebido la vida,
por
él en todo cuanto yo soy me he convertido,
y
hacia él he levantado exultante mi rostro.
Mi
más alto sentido, sin embargo, dormía;
vino
el canto flotando hasta mí como un ángel,
y
me elevé en el aire, despierto, entre sus brazos.
en Antología de la poesía universal, 1968
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