Sacando
mis prendas húmedas
para
secarlas al sol,
salta
a mi vista un par de zapatos,
obsequio
de la bellísima hija de la vecina.
Aún
resuena en mis oídos
lo
que dijo al regalármelos:
“Es
un testimonio de mi amor.
Espero
que no nos separemos
como
estos zapatos
que
van siempre juntos”.
Desde
que fui desterrado,
soy
una hoja que flota en el río.
He
recorrido leguas y leguas,
mas
siempre me los llevo conmigo.
Ahora
los miro y remiro,
sumergido
en la tristeza:
Los
zapatos siguen pareados,
pero
yo estoy solo, lejos de ella.
Además,
con las interminables lluvias,
ya
aparece moho en la pala de seda.
en Poesía clásica china, 2001
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