a Cristina Ortega Fierro
en el Sur de sus pies forjando fantasías
sobre las tablas ocultas de las lluvias
como en un teatro guardado por el bosque.
Una niña sueña cada paso
ofreciendo luz en sus manos que se elevan,
describiendo de ternura un futuro manifiesto
en cada giro de su cuerpo
rodeando las escenas, las pinturas,
el abrazo de sus padres
contra el fiero i solitario vendaval.
Hay frente al mar otro sueño donde flores
i tantas niñas i otras madres crecen
i otros propios paraísos
se asoman como flores escuchando
primaveras nocturnas o Coppélias abrazando cascanueces
–parecidos a Vivaldi, Chopin o a Tchaikovski incluso–
mientras estas pequeñas hadas
han sonreído sus infancias bailando como cisnes
gracias a aquella aprendiz de los pasos de Dukas:
la magia desbordando cada gesto que respira
toda sonrisa i faro de belleza como es
bendice al mundo.
Afuera quede la oscuridad,
mi propia sangre contra el fango
antes que todo tu dolor si yo pudiera.
Por ti, madre mía,
espíritu del viento, tierra i mar que me rodea,
íntegro tu eterno amor atraviesa las horas por venir,
todo milagro de un cosmos
agradeciendo tus colores,
por ti
cada mirada,
todo el firmamento
puede verse ennoblecido.
9 de octubre, 2012
Fotografía de Pato Ventura-Juncá
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