1
—Luder pasa
rápidamente delante de un mendigo que le extiende plañideramente la diestra.
—Puerco —grita el
pordiosero.
Luder se detiene y
regresa sonriente con una moneda en la mano.
—Solo esperaba que
me llamaras por mi nombre.
2
—¿Has leído su
última novela? —le preguntan, refiriéndose a un autor famoso —¡Qué musicalidad,
qué ritmo, qué riqueza de voces! ¡Es un verdadero oratorio!
—Que lo cante
—responde Luder.
3
Envidian a Luder
porque una o dos veces al mes se amanece conversando con un amigo muy
inteligente.
—¡Debe ser una
conversación apasionante!
—Ni crean.
Como ignoramos más de lo que sabemos, lo único que hacemos es canjear fragmentos
de nuestra propia tiniebla interior.
4
—Ven con nosotros
—le dicen sus amigos—. La noche está esplendida, las calles tranquilas. Tenemos
entradas el cine y hasta hemos reservado mesa en un restaurante.
—¡Ah, no! —protesta
Luder—. Yo sólo salgo cuando hay un grado, aunque sea mínimo, de incertidumbre.
6
Le preguntan a
Luder por qué no escribe novelas.
—Porque soy un
corredor de distancias cortas. Si corro maratón, me expongo a llegar al estadio
cuando el público se haya ido.
13
—Cuando a Balzac le
entra la manía de la descripción —observa un amigo— puede pasarse cuarenta
páginas detallando cada sofá, cada cuadro, cada cortina, cada lámpara de un
salón.
—Ya lo sé —dice
Luder—. Por eso no entro al salón. Me voy por el corredor.
15
—Así como hay una
palabra que ha dado origen a todas las palabras —dice Luder—, debe haber una
sentencia que contenga todas las enseñanzas y toda la sabiduría del mundo.
Cuando la descubramos el tiempo cesará de existir, pues habremos entrado a la
era inmóvil de la perfección.
19
Le hacen notar a
Luder que nunca ha manifestado celo ni envidia por el triunfo de sus colegas.
—Es verdad. Eso les
puede dar una idea de la magnitud de mi soberbia.
23
—¡No, por favor!
—protesta Luder cuando vienen a buscarlo una vez más para que firme un
manifiesto humanitarista o participe en un mitin a favor del pueblo oprimido—.
Amar a la humanidad es fácil, lo difícil es amar al prójimo.
31
—Soy como un
jugador de tercera división —se queja Luder—. Mis mejores goles los metí en una
cancha polvorienta de los suburbios ante cuatro hinchas borrachos que no se
acuerdan de nada.
35
—Esas casas en
las cuales cada cosa esta en su lugar me ponen la carne de gallina —dice
Luder—. Se
diría que están deshabitadas o que sus habitantes pasan superficialmente sobre
todo. Cierto desorden es necesario para sentir la cálida palpitación de la
vida.
40
—Déjenme tranquilo
—dice Luder a sus amigos que lo sorprenden tendido de espaldas en la azotea
mirando el cielo estrellado—. Este es uno de los pocos recursos que me quedan
para entrar en tratos con el infinito.
46
Le preguntan a
Luder por qué rompió con una amiga a la que adoraba.
—Porque no tenía
ningún contacto con su pasado. Vivía constantemente proyectada en el tiempo por
venir. Las personas incapaces de recordar son incapaces de amar.
52
—No es que yo sea
bondadoso —dice Luder—. Sucede simplemente que no soy malo. He escogido el
cómodo camino de la virtud por omisión.
53
Luder regresa de su
habitual paseo por el malecón.
—Estoy confundido
—dice—. Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo
salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones
y se caga mirando mi crepúsculo. Eso demuestra la relatividad de nuestras
concepciones estéticas.
64
Un amigo irrumpe en
su casa para anunciarle que ya se firmó el armisticio.
—¡Bah! —comenta
Luder—. Ya te darás cuenta que la paz sólo consiste en cambiar la guerra de
lugar.
65
—Leí en alguna parte
esta frase —dice Luder—: "Nuestro primer deber es sobrevivir, ya luego nos
ocuparemos de la victoria". Pero también podría decirse: "Nuestro
primer deber es la victoria, qué importa si no sobrevivimos". Todos los
aforismos son reversibles.
68
—Hoy he amanecido
particularmente optimista —dice Luder—. Creo que voy a poder al fin dedicarme a
la redacción de mi epitafio.
69
—Cuando alguien
empieza por decirme: "Te voy a ser franco..." los pelos se me ponen
de punta —dice Luder—. Adivino que me va a tirar a la cara alguna verdad
brutal. Con lo agradable que es vivir en un delicado engaño.
71
—La libertad, por
desgracia, no se puede compartir —dice Luder—. Toda compañía, por agradable que
sea, implica una cesión. Solo pueden ser libres los solitarios.
73
Le preguntan por
qué se emborracha esporádicamente en tabernas más afamadas.
—Por
precaución—dice Luder—. Sucede que a veces me despierto con la vaga
satisfacción de estar llegando a ser una persona respetable.
78
—Detesto dar
consejos literarios —dice Luder—. Pero si algún joven
insiste en pedírmelos le responderé como un guardia de tránsito: evitar los cruceros,
tomar las avenidas.
79
—Hay un dios —dice
Luder—, pero precisamente porque es dios no tiene que hacerse visible ni dar
pruebas de su existencia. En eso reside la esencia de su ser y el secreto de su
poder.
84
—Nada me impresiona
más que los hombres que lloran —dice Luder—. Nuestra cobardía nos ha hecho
considerar el llanto como cosa de mujercitas. Cuando sólo lloran los valientes:
por ejemplo, los héroes de Homero.
86
—Hay tantas universidades
ahora —dice Luder— que en ellas se distribuye más la ignorancia que el
conocimiento. Los educadores olvidan que el saber es como la riqueza: mientras
más se reparte, menos le toca a cada uno.
92
—Es penoso irse del
mundo sin haber adquirido una sola certeza —dice Luder—. Todo mi esfuerzo se ha
reducido a elaborar un inventario de enigmas.
94
—Literatura es
impostura —dice Luder—. Por algo riman.
95
—Sólo verán en el
aire —dice Luder—. He puesto tanto empeño en construir el pedestal que ya no me
quedaron fuerzas para levantar la estatua.
en
Dichos de Luder, 1989
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