I
Dejemos
las diferencias a un lado, Amor,
sin
riñas ni lágrimas:
que
todo vuelva a ser como antes, Amor:
¡sólo
un sueño y nada más!
II
Por
qué palabras tan duras:
tú
y yo
como
dos aves prestas al combate.
¡Mira
esa rama: en ella se posa el halcón!
III
Nos
atisba silenciosamente
mientras
tú y yo discutimos.
Por
eso es mejor callar, esconder las palabras,
para
poder así fundir nuestras mejillas.
IV
¿Hay
algo más falso que la misma verdad,
quiero
decir, falso para ti?
Apártate
del árbol
donde
acecha el colmillo de la serpiente.
V
No
intentes arrancarle
las
manzanas que brillan en medio del follaje;
no
perdamos el Paraíso;
Eva
y yo.
VI
¡Sé
un Dios y protégeme
con
tu encanto!
¡Sé
un hombre y rodéame
con
tus brazos!
VII
¡Enséñame,
sólo enséñame, Amor!
Que
yo me comprometo
a
ser de tu palabra, Amor,
a
ser morada de tus pensamientos.
VIII
Recíbeme,
si así lo deseas;
a
ambas cosas me entregaré
dejando
mi carne y mi espíritu
en
tus manos.
IX
Pero
eso será mañana
y
no esta noche;
pues
ahora debo enterrar mis heridas
lejos
de mi corazón.
X
He
de gemir un poco, Amor
(¡tonta
de mí!)
para
quedarme dormida, Amor,
amada
de ti.
en Poesía escogida, 2000
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