Cinco
poemas
*
No
fuimos descendientes de reyes ni licenciados
y
mi abuelo recogía la nieve
amontonada
en las calles de Hamburgo.
Lo
único que trajimos fue coraje, el buche
y
los sueños en las maletas.
Aferrados
al mástil del buque
taconeado
de niños enfermos
de
vivir con la peste y el hambre,
de
mujeres que parían en la cubierta
y
otros que dormitaban en los pasillos
o
de a tres en los camarotes.
La
maldición de errar por los mares había terminado.
*
Mi
oficio es construir, encender motores,
soltar
amarras, no volver atrás.
La
miseria se despidió de mí
agitando
su pañuelo al viento
y
comprendí entonces, mi destino era triunfar.
Era
sostener las esperanzas amarradas al cinto,
remar
en busca de tu orilla,
sembrar
el poema y dejarlo brotar.
*
Aquí
nadie se conoce
ni
sabe uno si la familia del vecino vale un cobre.
Aquí
podemos inventarnos una sangre,
un
escudo, una leyenda, una muerte gloriosa,
podemos
ser, si se nos place,
una
estirpe ungida por el rayo.
Rote
Kämme
En las tardes nos montábamos en los techos para oír el
coclear de las gallinas atacadas por el puma, o las quejas de una borrega
extraviada. Embargados por el salvajismo de esta tierra que se perpetuaba más
allá de lo que nuestros esfuerzos jamás alcanzarían. Saboreando el espectáculo
de la luna redonda y dulce, ese panqueque como el seno de una madre, como un
trago de cerveza, como una buena pierna de mujer, cantábamos borrachos y
exhaustos, discutiendo las noticias que llegaban desde la patria.
*
Rastrillos, muebles, vajilla rota, dentaduras podridas,
anónimas calaveras. En el museo conservarán los despojos de aquello que fuimos
para el mundo. Nadie posee las llaves de esa puerta en el fondo de la sala: ni
la historia con sus documentos borrosos ni bitácoras perdidas. Allí respira lo
que pensamos en realidad, lo que nadie puede exhibir previa compra de un
boleto.
en Füchse von Llafenko, 2009
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