sábado, marzo 17, 2012
"Un día azul de Estío...", de Francis Jammes
Un día azul de Estío en que nos paseábamos,
El niño que yo era y la vieja criada,
Vimos sobre el heno de olas fulgentes
Batir sus alas a una enorme mariposa.
Y avanzando con mil precauciones,
Bruscamente sobre esa flor viviente
Puse mi gorra y quedó jadeante,
Y dentro de una caja la llevé hasta la casa.
Pero mi corazón se apretó de tristeza
Cuando la mostré a mis papás. ¿Qué era?
¿Cómo reconocerlo? ¡Ay! ¡No la misma
Que viera! ¡Mis hermanos poetas! Ya
No estaba la pradera alrededor de sus alas
Por la cual la creí tan grande como el cielo.
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El comedor
Hay un armario desdeñoso de los días
que oyó la voz de las tías de mis tías
que oyó la voz del padre de mi padre,
que oyó la voz de mi padre.
A esos recuerdos el armario es fiel.
Se equivoca quien crea que su boca no es miel,
porque yo hablo con él.
Hay también un reloj cuco de haya.
No sé porqué ya no habla.
No se lo puedo preguntar.
Quizás ya no pueda echarse a andar,
la voz que llegaba a buenos puertos,
y se ha roto como la de los muertos.
Hay también un viejo aparador
que huele a cera y a mermelada,
a carne, a pan y a pera almibarada.
Sabe bien ese fiel servidor
que ha de guardarlo todo con candor.
Han venido aquí tantos hombres y enjambres
que no han creído en estas pequeñas ánimas.
Y sonrío que piensen que soy el único vivo
cuando un visitante me dice altivo :
-como está usted, señor Jammes ?
(Francis Jammes; Traducción Robín García)
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