Ligado a la generación de Raymond Carver y Tobias Wolff, Richard Ford también explora los silencios y minucias de la clase media en sus cuentos y novelas. Lo más probable es que su paso a la historia se lo de Frank Bascombe, el protagonista de ese enorme retrato de Norteamérica que conforman las 1.300 páginas de El periodista deportivo, El día de la Independencia y Acción de gracias.
Hace tres años terminó las novelas de Bascombe. ¿Qué piensa sobre ellas?
Me siento feliz. Cada uno en su estilo, es un buen libro. Ciertamente representan mucho más de lo que me imaginé que podía llegar a hacer cuando era joven.
¿Cómo era su vida cuando escribió su primera novela, Un trozo de mi corazón (1976)?
Estaba en mis 20. Intentaba ser escritor de la misma forma en que había intentado muchas cosas en las que fracasé. Escribir me parecía intuitivamente correcto. No tenía ninguna noción de qué vida podía llegar a tener como escritor. No esperaba nada de la literatura. No tenía expectativas de éxito. Se me aparecía en frente como un espacio vacío en el paisaje donde podía construir cualquier cosa. Mi primer propósito era ver si era capaz de escribir un libro importante, algo que alguien leyera y usara. El libro aún se imprime hoy.
¿Cómo recuerda los 80, cuando irrumpió en la escena literaria?
Escribía sin parar. Es algo borroso. Cuando estás todo el tiempo escribiendo, viviendo en los mundos que te imaginas, mucha historia pasa sin que uno la note. Pero es más o menos el contrato que uno firma con su vocación: "Haré una cosa no tan bien para poder hacer esta otra cosa muy bien". Pero mi suerte empezó a mejorar: El periodista deportivo ha tenido una buena vida.
¿Quiénes eran sus referentes?
Siempre he tenido muchos modelos literarios; tomo lo que puedo de cada uno. Joseph Heller, Peter Matthiessen, Walker Percy, John Cheever, Joan Didion, Carver y otros.
¿Se siente cercano a Raymond Carver, Tobias Wolff, Ann Beattie?
Carver, Wolff y Beattie ciertamente son amigos míos. Ann comió en mi casa el domingo pasado. El trabajo de ellos me alentó a aprender a escribir cuentos.
¿Ha leído literatura chilena?
A Bolaño, pero sólo Los detectives salvajes; me gustó ligeramente, pero no la terminé. Parecía algo así como "Kerouac en México". Las escenas de sexo eran buenas. Traté con Nocturno de Chile, pero no pude. Me han dicho que esa larga novela, 2666, es un libro que uno debe leer. Lo haré.
Ya que no siguió una carrera de periodista, ¿cree que ha sido importante ser escritor?
A veces pienso que ser un escritor, aunque es una vida interesante y sencilla, realmente no hace mucho por la humanidad en general; ni siquiera uno moderadamente afortunado, como yo he sido. Muchas otras profesiones hacen mucho más. Incluso un periodista, si tiene la suerte de ser el tipo indicado de periodista, puede influir y mejorar la vida de millones. Por otra parte, al menos desde el lugar del lector, la literatura es enormemente importante. Ofrece demasiado: nuevas comprensiones, renueva la vida, aumenta el interés por otros seres humanos, es una oportunidad para estar solo y tranquilo, enfatiza el pensamiento verdadero, induce a la empatía, deleita. Estar asociado a todas esas posibilidades ofrecidas por la literatura es un gran privilegio.
La Tercera, 8 de agosto de 2009
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