La Piojera
Uno
de los negocios más conocidos es La Piojera, comprado en el año 1916 por don
Carlos Benedetti Pini (1881-1974). Nacido en el sur de Chile de padres
inmigrantes italianos venidos del sur de Italia (Livorno), don Carlos decía que
conservaba los libros de contabilidad desde el año 1922. Según una de sus
hijas, su padre había sido elegido por la dueña de la Piojera para que
adquiriera el establecimiento. Era bastante próspero y entonces se llamaba algo
así como La Parra o La Viña. Cuando fue comprado por don Carlos se cree que
llevaba funcionando como sesenta años, por lo cual debe haber estado en pie para
la Guerra del Pacífico (1879-1883).
Este
local estaba ubicado en la calle Zañartu, nombre en homenaje al corregidor homónimo,
por ser el lugar para vigilar los trabajos del puente Cal y Canto. Nadie sabe
cuándo cambió el nombre de esta calle, pero ya son muchísimos los años.
La
Piojera aún pertenece a la misma familia. Al fallecimiento de don Carlos, sus
hijos Benedetti Díaz fueron los continuadores: Carlota, Yolanda, Adriana,
Graciela y Carlos, quien finalmente se hizo cargo del lugar. Se llega caminando
por la calle Aillavilú al número 1030 (entre Puente y Bandera), costado Mercado
Central, en pleno barrio de la Estación Mapocho. El nombre en mapudungún
significa nueve culebras y a su vez era el nombre de un toqui fallecido un 22
de febrero del año 1550, que dirigió desde el bando indígena la primera gran
batalla librada entre los mapuche y los españoles durante la conquista de
Chile. El nombre del toqui también se puede encontrar escrito como Aillavillú.
Curiosamente,
este local tan popularmente conocido como La Piojera –porque así aparece
escrito en la muralla exterior a la entrada-, no se llama así, sino
bar-restaurant Santiago Antiguo. Hasta el día de hoy se consigna este nombre en
sus boletas; pertenece a la Sociedad Benedetti e Hijos Ltda.
Es
llamada así La Piojera porque en esta chichería picaban piojos grandes y
chicos. Otros aseguran que el nombre se lo dio don Arturo Alessandri Palma; una
vez que lo llevaron ahí, allá por el año 1922, habría exclamado: “¡Y a esta
piojera me trajeron!”. Lo cierto es que bajo un emparrado estaban las pipas de
chicha y de vino. No había cocina, pero uno podía llegar con los comistrajos
que casi siempre eran mariscos. Allí se facilitaban fuentes y servicios. Como
la Piojera queda cerca del Mercado Central era fácil adquirir toda clase de
mariscos y llevarlos al local, donde se comenzaba el goce de descorcharlos y
prepararlos.
En
su tiempo entraban las humitas, el pernil de chancho, la longaniza, y en toda
ocasión los huevos duros y la tortilla de rescoldo. Un personaje integrado a La
Piojera era Eulogio Horta, conocido como Don Mario, que hacía más de 25 años se
había instalado en la puerta ofreciendo pan amasado y huevos duros.
En
la calle no faltaban los muchachos que pregonaban limones que se consumían en
gran cantidad para los mariscos. Un personaje que se entusiasmó con ese
ambiente fue el cantante chileno conocido internacionalmente como Ramón Vinay,
el que en una ocasión cantó sobre una pipa.
Recuerdo
haber visto al pintor Arturo Pacheco Altamirano, que ya era “dueño” de la
caleta de Angelmó; según los chistes que corrían existía allá un letrero que
decía: “Reservado para el pintor Pacheco Altamirano”. También encontré allí a
Francisco Coloane antes de recibir el Premio Nacional de Literatura y después
de haber sido nombrado miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua.
La
fama de La Piojera se encontraba extendida por todo el país y aun por el
extranjero; muchos viajeros que vienen por primera vez a Santiago traen en su
programa visitarla. Varios canales de televisión han filmado el lugar, donde se
encuentran con sus muros completamente escritos por los parroquianos, y no
dejan de probar entre ellos el trago llamado terremoto (pipeño con helado de piña
y unas gotas de Fernet).
Sus
platos más pedidos son arrollados o pernil con papas, lomo con agregado y
empanadas.
Nota Dscntxt: En
octubre de 2003, La Piojera fue declarada "Monumento de los Sentimientos de la
Nación" por Raúl Porto Bravo.
Dos incidentes en el Hotel Crillón: María
Carolina Geel y María Luisa Bombal
La
tarde del 14 de abril de 1955, el amor se convirtió en un drama pasional en un
salón de té de Santiago. Víctima de los celos, una destacada escritora María
Carolina Geel le disparo un par de tiros a su galán Roberto Pumarino
Valenzuela, dándole muerte.
La escritora afrontó el proceso, se negó a defenderse y recibió una condena de tres años de prisión. Habrían transcurrido 19 meses de la sentenciacuando se levantó una voz de valor mundial. Gabriela Mistral, desde New York, le envió al Presidente Ibáñez el siguiente cablegrama: “Respetuosamente suplicamos a V.E., el indulto cabal para María Carolina Geel que deseamos las mujeres hispanoamericanas. Será ésta, una gracia inolvidable para todas nosotras”. La réplica del Presidente fue: “Respetada Gabriela. He vacilado un tanto en la fórmula cómo dirigirme a mi ilustrada compatriota. Pero, sus admirables libros crean una familiaridad que permite un trato tan directo. Sepa, mi estimada amiga, que en el mismo momento en que usted formuló su petición, éste era un hecho atendido y resuelto. Es de enorme magnitud, Gabriela, lo que Ud. ha realizado por Chile, por lo que sería imposible que el Presidente de la República no escuchara la súplic nacida del corazón de nuestra querida escritora. Considere, pues, ya indultada a María Carolina Geel”.
El nombre real de la escritora era Giorgina Silva Jiménez y había nacido en 1913. Fue autora prolífera de meritorias obras, entre las que se cuentan El mundo dormido de Yenias, 1946; Extraño estío, 1947; Siete escritoras chilenas, 1949; Soñaba y amada al adolescente Perces, 1949. Había logrado destacarse en el ambiente literario de la época. Salió de la prisión con un libro terminado, Cárcel de mujeres, que fue publicado en 1956 con prólogo de Alone. Era el diario de vida de la internada en la correccional. Una perla más de su corona literaria. Después nos entregó El pequeño arquitecto en 1956 y Huida, con prólogo de González Vera, en 1961.
La escritora afrontó el proceso, se negó a defenderse y recibió una condena de tres años de prisión. Habrían transcurrido 19 meses de la sentenciacuando se levantó una voz de valor mundial. Gabriela Mistral, desde New York, le envió al Presidente Ibáñez el siguiente cablegrama: “Respetuosamente suplicamos a V.E., el indulto cabal para María Carolina Geel que deseamos las mujeres hispanoamericanas. Será ésta, una gracia inolvidable para todas nosotras”. La réplica del Presidente fue: “Respetada Gabriela. He vacilado un tanto en la fórmula cómo dirigirme a mi ilustrada compatriota. Pero, sus admirables libros crean una familiaridad que permite un trato tan directo. Sepa, mi estimada amiga, que en el mismo momento en que usted formuló su petición, éste era un hecho atendido y resuelto. Es de enorme magnitud, Gabriela, lo que Ud. ha realizado por Chile, por lo que sería imposible que el Presidente de la República no escuchara la súplic nacida del corazón de nuestra querida escritora. Considere, pues, ya indultada a María Carolina Geel”.
El nombre real de la escritora era Giorgina Silva Jiménez y había nacido en 1913. Fue autora prolífera de meritorias obras, entre las que se cuentan El mundo dormido de Yenias, 1946; Extraño estío, 1947; Siete escritoras chilenas, 1949; Soñaba y amada al adolescente Perces, 1949. Había logrado destacarse en el ambiente literario de la época. Salió de la prisión con un libro terminado, Cárcel de mujeres, que fue publicado en 1956 con prólogo de Alone. Era el diario de vida de la internada en la correccional. Una perla más de su corona literaria. Después nos entregó El pequeño arquitecto en 1956 y Huida, con prólogo de González Vera, en 1961.
María Carolina muere a fines de 1995. La prensa da cuenta de su deceso poco después. Anita Karina González, en El Mercurio, Santiago, 14 de enero de 1996, titula: “Murió María Carolina Geel. Desaparecde autora de tragedia en el Crillón”; Filebo, en Las Últimas Noticias, 14 de enero de 1996, página 15 en el suplemento, destaca: “Pasión y muerte de María Carolina Geel”.
La
escritora María Luisa Bombal, nacida en 1910, abrumada por el desamor, había
tratado de suicidarse. A pesar de que se le había ofrecido matrimonio, no podía
seguir viviendo entre sombras sus sombras interiores. Partió a Buenos Aires, huésped
de su amigo el cónsul Pablo Neruda. Allí comparte con Victoria Ocampo,
Alfonsina Storni, Federico García Lorca, Jorge Luis Borges, Luigi Pirandello,
Conrado Nalé-Roxlo y en este ambiente trabaja su obra La última niebla. Se casa con el pintor argentino Jorge Larco, del
cual se separa tras algunos años de matrimonio.
Vuelve
a Chile, siempre perseguida insistentemente por la sombra de su primer amor.
Sufre depresiones que le son insoportables. Llevada por esta situación,
adquiere un arma de fuego.
El
fatídico día, 26 de enero de 1941, ve salir del Hotel Crillón, conspicuo lugar
de encuentro que se ubicaba en Agustinas 1025, al hombre de su frustración,
Eulogio Sánchez Errázuriz y, poseída por la irracionalidad, le dispara cinco
balazos, de los cuales dos impactan directamente en el cuerpo de la víctima.
Uno de los proyectiles lo llevó Eulogio Sánchez de por vida, pues los médicos
del centro asistencial adonde fue llevado no pudieron retirarlo. Ella, por
cierto, sonámbula y catatónica, es trasladada a la casa correccional.
Entretanto, él la exime de toda culpa y, pasado un tiempo, los jueves la
declaran absuelta de culpa.
…
En
1944, María Luisa Bombal viaja a Estados Unidos. Allá contrae matrimonio con un
conde francés, Raphäel de Saint Phalle, con quien tiene a su única hija,
Brigitte de Saint Phalle. En una unión con desuniones pasan años y enviuda.
Regresa
a Chile y vive en Santiago unos azarosos tiempos. Siempre decía: “Me arruinó la
vida, pero nunca pude olvidarlo”.
En
el departamento de la escritora Isabel Velasco compartimos su charla y
sufrimientos, su angustia existencial. Una sombra que nunca se disipa. Vimos cómo
vivía y bebía su vino amargo. Había algunas risas: ¿Te acuerdas Isabel Velasco
de aquellas noches?
Se
le había otorgado el Premio Municipal (Novela) en el año 1942, pero no recibió
el Premio Nacional de Literatura, que sentía merecerlo.
Su
mal hace crisis y muere en un hospital en 1980; es incinerada.
Se
fue ella y quedamos nosotros para contar la historia final; él, su gran amor,
se había casado con la única mujer que quiso, a la que vio morir de cáncer. Por
su parte, él al poco perdió la vida, pilotando su avión que capotó.
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