sábado, mayo 21, 2011

"Portito nos dio un portazo", de Horacio Marotta

A la memoria de nuestro querido Raúl Porto, a una semana de su muerte




Dolor, profundo dolor… Incomprensión, rabia, conmoción, angustia, sed, mucha sed… Cuando un amigo se va así, tan de repente, sin aviso previo de ningún tipo, no solo sientes pena sino también una especie de rencor, de rabia por su deserción, de frustración porque quedaron tantas y tantas cosas en el tintero, tantas cosas que quise decirle y nunca se las dije, tantos abrazos que no le di, tantas puteadas que ahora me sobran y me pesan. Raúl Porto se nos jué, guachaca él hasta pa’ morirse…


No quiero hacer ni un epitafio ni un discurso fúnebre. Ya lo hicieron otros en esa despedida de día domingo a los pies de un cerro, cuico cerro, sobre una “Ciudad Empresarial” tal vez para recordarnos que alguna vez fue empresario, exitoso y fracasoso… No estaba en su naturaleza serlo.

Fantasioso, fantoche, cachiporra, soñador, poeta, fuerte, débil, loco pero cuerdo, cuerdo pero loco… Bohemio y nocturno, conversador incansable, creativo, imaginativo, cruzaba cada minuto de la realidad a la imaginación, de la poesía a la política.

Sabía de todo y lo que no sabía lo inventaba, con un convencimiento y una fuerza que costaba rebatirlo y, al final, uno lo tomaba con cargo a inventario, porque si “non e vero e bien trovato”.

Nadie sabe en qué tiempos (porque normalmente trabajaba mucho y duro) fue capaz de verse todas las películas que se han filmado en la historia del cine universal. De leerse todos los libros que se han editado en la historia de la literatura. De ser fanático de una cantidad inconmensurable de series de televisión que podía comentar en los detalles más exactos y rigurosos. (Ojo que era selectivo, aunque a veces comentaba o amaba algunas horripilantes que al menos a mi no se me habría ocurrido ver ni bajo tortura).

Amigo de sus amigos, solidario, incapaz de hacerle daño a nadie, aun a sus peores enemigos, porque también, inevitablemente, los tuvo. Jamás habló mal de nadie, jamás lo escuché en un pelambre, en una insidia. Se tragó injustas situaciones y acusaciones, sin ni un comentario, sin ninguna respuesta pública ni privada.

Lúdico, gozador, inventor de sueños, perseguidor de lunas, mares y estrellas, flores, aromas, gustos, comidas, tragos (inventó algunos que eran espantosos pero que él creía eran maravillosos).

Coleccionó amigos pero sobre todo coleccionó amores, mujeres hermosas y queribles, inteligentes y únicas, independientes, contestatarias, brujas a veces, hadas las más… o más hadas que brujas el mayor tiempo… Y lo más notable es que a todas las conservó, de una u otra forma en el tiempo y el espacio…

Cada una, seguramente, correspondió a una etapa de su vida, plena vida, telúrica y complicada vida. Claro, no era fácil seguirle la corriente, sus saltos eran grandes, sus cambios, de pronto, incomprensibles y difíciles de entender y seguir.

Militó en el MIR en una época ya terminal en que la gesta heroica se descomponía y se caía a pedazos, en medio de fracciones irreconciliables, infiltrado por la dictadura hasta sus cúspides. Estuvo en Francia donde se recorrió todos los museos, se vio todas las películas, se leyó todos los libros que pudo… Regresó para ser parte de la Vicaría de la Solidaridad donde su labor fue importante y donde acumuló amigos entre curas y laicos.

Incursionó en el área audiovisual sin esperar ningún premio de ninguna academia. En esas lides trabajó con el PC haciéndoles franjas electorales y otras minucias. Terminó realizando Piedra pequeña, un documental en homenaje de Gladys Marín, trabajo agradecido y aplaudido por la familia pero no así por el PC, cuyos líderes ni siquiera llegaron al estreno.

Incursionó en la literatura, con dos libros que tienen capítulos y partes entrañables, hermosas y duraderas, junto a otras para el olvido… Puchas, cuantas historias se le quedaron en el tintero, cuantas palabras que no logró hilvanar y trasmitir, cuanta polenta se quedó sin hervir, cuantos mensajes, cuantos poemas y vivencias se quedaron en su mente febril y apasionada.

Hay que hacerle justicia. Una noche, ya hace tantos y tantos años, en una mesa del Biógrafo, Raúl Porto inventó de la nada el concepto guachaca, la idea de crear un movimiento cultural guachaca. Eso es de su creación, absolutamente de él. Los que estuvimos presentes esa noche en esa mesa, con el chico (Raúl) Díaz, fiel a su costumbre levantando acta en una resma de servilletas, se inventó el concepto y se puso la primera piedra de esa primera Cumbre Guachaca realizada a duras penas en La Perrera.

Estaba también en esa mesa un ser que no voy a nombrar pero que todos conocen, que fue invitado a participar, o si no fue invitado, se sumó y ofreció la música, su guitarra, al Tío Roberto como adalid de la idea. Era y es un ser cetrino comedor de maní a cuatro carrillos, apitutado en esa época con algunos centros de poder concertacionistas.

Porto, en sus voladas, en su ingenio, en su creatividad se imaginó y trasmitió la idea. Todos le fuimos poniendo más y más ideas, pero él ya la tenía más clara que nadie. Él inventó el concepto, él puso las ideas centrales, los por qué y los para qué…

Claro, ni él ni nadie se imaginó en ese momento el desarrollo que esa idea genial podría tener… y que tuvo.

Y el desarrollo llevó a Raúl a convertirse en empresario, exitoso, cumbres masivas, en Santiago y en Provincias, lo que llevaron a la idea de tener un local propio, que se concretó en Valparaíso.

Creció mucho una empresa exitosa hasta que el cetrino personaje comedor de maní a cuatro carrillos, decidió que, a pesar de ser un allegado en la empresa, quería todo para él y rompió la sociedad, acusando a su socio de las peores cosas, todas improbables e improbadas.

Se dedicó a difamar a Porto a diestra y siniestra, con lo cual quedó más solo que como había nacido, convertido en un ser execrable e indigno.

Sigue ganando plata a manos llenas, ahora sin tener a nadie con quien repartir, convertido en un miserable que al parecer siempre fue.

Dejo constancia que el contar esta historia, desconocida para muchos, es un desahogo personal ya que Raúl, NUNCA, dijo una palabra contra el cetrino, nunca contó detalles de esa ruptura a nadie, ni a sus más cercanos amigos, lo que reafirma que era un buen hombre, de una sola ley, íntegro y ajeno a odios y resquemores.

Se las arregló para sobrevivir, aún con las enormes pérdidas económicas y personales que esa mariconada le costó.

Hoy día las cumbres guachacas son un negocio culturalmente fraudulento, vendido a medios de comunicación enemigos del pueblo, sin ningún contenido.

El cetrino personaje ganó y seguirá ganando dinero sucio pero perdió todo atisbo de moralidad, además de perder a los pocos amigos que algún día logró tener.

Y no es menor preguntarse hoy, cuanta mierda se tragó el Pirulo por esta situación, porque se la tragó y no la compartió con nadie, aunque tenía claro que sus amigos y cercanos estábamos con él y lo apoyábamos incondicionalmente, porque lo conocíamos, cuanto de esa mierda acumulada hizo que un día sábado, sin mediar provocación ni antecedentes previos, se le reventara la aorta, se pusiera blanco y cayera rendido, sin alcanzar a despedirse de nadie.

Pero dejemos los resquemores y desahogos personales de lado y volvamos a nuestro querido Pirulo, Portito, entrañable amigo que vivirá con nosotros para siempre, con su buen humor a toda prueba, con sus mil y una historias.

En nuestro semanal Club de Cacho era el que se sentaba en la cabecera y sin ser el mejor barman servía los tragos, y lo hacía bien, a conciencia, como todo lo que hacía.

Era el rey indestronado de las cuadras (no se sabe aún que lo va a reemplazar en esas dos funciones importantes).

Acumuló y patentó frases y dichos como: “Ya, cabros, ahora voy a hacer mi juego nomás”… “Con este dadito que me queda soy imbatible”… “Ahora los voy a hacer papilla”… y varias más…

Nuestro encuentro semanal es mucho más que un club de cacho con ya más de 30 años de vida. Es una reunión de amigos en que se conversa mucho, se cuentan historias, se analiza la coyuntura política semanal cada cual desde su punto de vista y entender, cada cual, de pronto, cuenta sus problemas, éxitos o fracasos de la vida, se solidariza, se comenta, se apoya, se critica (a veces con graves resultados y reyertas que igual después se resuelven)…

Por encima de que competimos (jamás se ha jugado un peso), que de pronto nos enconamos y puteamos, somos todos, los viejos, históricos e histéricos y los nuevos un grupo de entrañables, solidarios amigos.

La relación que hemos tenido en ese encuentro semanal durante tantos años nos ha hecho cambiar a todos, revisarnos más de una vez, aprender los unos de los otros, con ese espíritu de camaradería profundo, no exento de dificultades e incomprensiones, propios de un grupo humano heterogéneo en ideas, edades, vivencias, pero unidos por una amistad profunda e indestructible.

El vacío que deja Portito en este grupo (y en todo su entorno de amigos, familia y conocidos) es enorme, vasto, irrecuperable, doloroso.

Pero en todos nosotros está el convencimiento que nos va a seguir acompañando, esté donde esté. Va a estar con nosotros para siempre.

Seguramente se me han quedado, como a Raúl, infinitas palabras en el tintero. No me ha sido fácil hilvanar estas líneas de homenaje a un amigo porque aún tengo el alma rota y una pena enorme, no logro acostumbrarme a la idea de que no nos vamos a reír nunca más juntos, que no voy a volver a escuchar sus historias insondables e increíbles…

Si tengo claro, y eso me consuela un poco, como buen borracho que soy, que seguiremos brindando, soñando, inventando, luchando, comprometidos, intentando que este país y este mundo sean un poco mejor…

Sí, Portito no dio un portazo, nos cerró la puerta en la nariz sin decir agua va, dejándonos sumidos en el dolor y en ese nefasto lugar común que dice “no somos nada”… Y, como alguien dijo, era el más joven de los viejos de nuestra hermandad…

Pero hay otra interpretación al título de esta nota:

Portito no era chiquitito. Nos dejó su ejemplo de vida, integridad, hermandad, amistad, sinceridad…

Portito, en realidad era un Portazo, así de grande y digno.



SALUD RAÚL, SALUD PORTITO, SALUD PIRULO…

SALUD RAULAZO, SALUD PORTAZO, SALUD PIRULAZO…











en Clarinet.cl, 20 de mayo 2011











1 comentario:

Unknown dijo...

Hermoso Artículo
Mejor no se puede describir al porto.
Siempre estarás en nuestra alma, convicción y nuestro corazón.

Salud Porto.......