viernes, marzo 11, 2011

"Borges: desacreditar el mundo", de David Viñas (1927-2011)

Fragmento




Admitamos lo que todos los idealistas admiten:
el carácter alucinatorio del mundo.
Jorge Luis Borges, Discusión

Nuestro destino es trágico porque somos, irreparablemente, individuos, cortados por el tiempo y el espacio; nada, por consiguiente, hay más lisonjero que una fe que elimina las circunstancias y que declara que todo hombre es todos los hombres y que no hay nadie que no sea el universo.
Jorge Luis Borges, “Prólogo a Emerson”

El anverso y el reverso de esta moneda son, para Dios, iguales.
Jorge Luis Borges, “Historia del guerrero y la cautiva”


Corrección respecto de Lugones, ir disolviendo el cuerpo y la historia y desprestigiar el mundo. Parece la abdicación humilde de una identidad tradicionalmente acariciada, pero se trata de la más sutil coartada para no incurrir en el énfasis tradicional del escritor individualista ni en sus riesgos: si alguien se despoja de su cuerpo espontáneamente no cabe suicidarlo porque –y se comprueba al primer dolor- mi cuerpo es la realidad más inmediata a través de la cual la muerte se me manifiesta en el mundo. Solamente boca, entonces, y por su intermedio hablará ese cielo sin teología que se llama la Cultura. Palpando con atención, se advierte que ese gambito presupone el resultado opuesto a una posible disolución materialista de la prepotencia individual, del nombre y de la propiedad consiguiente sobre un texto a través del trabajo concreto realizado grupalmente. Quiero decir, Borges es lo más opuesto a un escritor comunista en lo que hace a la propiedad sobre sus textos: si aparenta legarlos en este tiempo precario es para efectuar su recuperación en la eternidad. El cielo terso, infinito y anónimo de la Cultura, cuya presencia soberana se agazapa a mis espaldas es el producto de todos los autores, el gran texto único que absorbe identidades y se pronuncia en cada uno: cuerpos y trabajos concretos prácticamente no existen; la diferencia –tan cultivada antes por el Autor Individualista- aparentemente se disuelve en lo homogéneo. En dos blancos acierta con un solo tiro: Borges sustrae su cuerpo que es lo riesgoso y permanentemente alude a una metafísica irónicamente distanciada de la que cultiva un cristianismo de dudosa iconografía necesitado, por muy viejas razones de mercado, de materializar lo abstracto- en este aspecto, la visión de lo divino en Borges es precristiana, anterior al Dios encarnado en hombre. Todo esto de ida.

Porque de vuelta: si yo, entre otros, por una imprecisa casualidad “soy hablado” desde mis espaldas y como allí atrás no hay un ser supremo sino el anonimato sobrehumano en hiperlúcido, el prestigio de lo sacro que se recoge en mis textos nuevamente se revierte sobre mí con la ventaja de que la perspectiva de Dios reaparece después de mi aparente abdicación condensada sobre mí sin necesidad de soportarla en nada sólido. Con otras palabras, Borges no tendrá cuerpo, habrá abdicado de él, pero es un ángel de la Cultura. Pero con esta oblicua y diestra reinstalación en la vieja perspectiva privilegiada, a poco de andar, reaparecerá la historia. Se superó a Lugones, se pudo prescindir de la óptica omnipotente de Balzac; pero lo que en realidad se hizo fue disolver la materialidad evidente de ambos, el “cuerpo profético”, porque la mirada que requería ese soporte se rescató en “mirada pura”. Esa táctica pudo hacerse en un momento desencarnado de la historia; hoy ya no es posible: el contexto se achica y la historia se contrae estrangulando el texto supuestamente abierto del libro burgués, del “libro espiritualizado” al máximo y su propio interior sacro se redefine por la historia. Incluso por la política “más banal”: nada más comprometido que el último libro de Borges*, en cuyo prólogo se declara conservador.











en De Sarmiento a Cortázar
(Literatura argentina y realidad política), 1971









* Nota Dscntxt: Se refiere a El informe de Brodie, publicado por Borges en 1970.







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