Nunca se tiene tanta curiosidad por el porvenir de la humanidad como cuando se está sentado en una jaula, custodiado por dos gorilas y cuando es preferible pensar en cualquier cosa más bien que en el propio destino y en las horas próximas. Creo que lo único que podría consolar verdaderamente a un condenado que se dirige a la silla eléctrica, sería la noticia de la aparición de un cometa que presagiará el fin del mundo para el día siguiente. Entonces podría decirse a sí mismo: No pierdo nada.
1937
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