En un amanecer sediento de sol y luz,
desde el corazón del invierno,
el bello día tempranero
ha venido a conquistarme el alma,
con una música excelsa que huele
a flor renacentista.
La tibieza del sol es una caricia silenciosa
que se desliza, sobre una tierra y sobre un cielo
que recién han parado de gemir, hoy
que he vuelto a saber de ti.
Y pienso, quién habita lo infinito
y amarra los recuerdos con mirada de azor.
Quién trabaja en los fuelles de la Historia
hasta hacer surgir,
puro desde el fondo del fuego,
el oro de lo improbable.
El amor es la promesa incorruptible.
Es el mensaje escindido del último verano:
Se escucha aún la risa de su boca,
manchada de cerezas, tirados en la hierba,
sudados de calor, mientras aquí se despereza la memoria,
removiendo las cenizas dormidas
en tu ausencia.
en La casa de las arañas, 2010
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