sábado, junio 12, 2010

«Lo que sé», de Dennis Hopper



 
(1936-2010)

 
Debería haber muerto diez veces. He pensado mucho en eso. Es un absoluto milagro que yo siga por acá.

A pesar de todas las drogas que consumí, yo fui en realidad un alcohólico. En serio: sólo tomaba cocaína para poder ponerme sobrio y seguir tomando. Mis últimos cinco años de bebida fueron una pesadilla. Me tomaba dos litros de ron, 28 cervezas por día, y tres gramos de coca para poder seguir andando. Y creía que me estaba yendo bien sólo porque no estaba arrastrándome borracho por el suelo. 

Los ’60 ya casi habían terminado cuando se estrenó Easy Rider. Pero Hollywood no había asumido nunca la década, sus comunas, las drogas, el amor libre, el ácido. Todavía estaban haciendo películas como Problemas de alcoba. La gente joven dejó de ir al cine. Iban a los autocines, love-ins, en Golden Gate Park con 80 mil personas tomando ácido. Finalmente, en Easy Rider, se vieron a sí mismos. Fue un momento increíble, pero eso es todo lo que fue: un momento. 

Cuando la gente se acerca quieren conocer al tipo de Easy Rider o Apocalypse Now! o Blue Velvet. Yo no soy uno de esos tipos. Eran sólo papeles. Pero si te tomas unos cuantos tragos puedes convertirte en Billy o en Frank, ¿sabes? 

Yo crecí en el Dust Bowl (la pradera americana llamada así en los años ’30 por las tormentas de polvo) y la primera luz que vi fue la de una sala de cine. Mi abuela llenaba su delantal de huevos y caminábamos unos cuantos kilómetros hasta Dodge City. Una vez ahí, ella vendía los huevos y comprábamos entradas para el cine. 

Cuando filmé Rebelde sin causa, venía de interpretar Shakespeare en el viejo Globe Theater de San Diego. Tenía 18 años y creía que era el mejor actor del mundo. Y entonces lo vi a James Dean. Fue el mejor actor que vi jamás. Estaba tan avanzado… Yo estaba haciendo lecturas de líneas y gestos, y él vivía en el momento. Yo quería saber qué era eso que él hacía. Y me dijo: «Simplemente empieza a hacer las cosas, no las muestres. Fuma el cigarrillo, no actúes como si fumaras un cigarrillo. Tómate el trago, no hagas como que tomas el trago». De alguna manera todo empezó ahí. 

Una vez Jimmy Dean sacó una navaja y amenazó con asesinar al director. Yo imité su estilo en el arte y en la vida. Me metió en bastantes problemas. 

Sam Peckinpah era un tirano. Pero cuando uno está en un set, como solía decir Henry Hathaway, «eso era charla de sobremesa, muchacho, charla de sobremesa. ¡Ahora estamos haciendo películas!». Cuando estabas en el set, se convertía en algo diferente. Hathaway era un gran tipo para ir a cenar con él. Peckinpah también era maravilloso para pasar el rato. Pero a la hora de filmar, eran tiranos. Y ésa era la manera en que funcionaba y ésa es la manera, muy honestamente, en que debe ser. Si no les tenías respeto, eran capaces de asustarte hasta que lo tuvieras. 

Cuando todavía estaba en rehabilitación, el doctor sugirió que dejara Taos y volviera a la realidad. ¿La realidad? ¿En Los Angeles? 

Cuando hice Terciopelo azul acababa de salir de rehabilitación, llevaba sobrio menos de un mes. Entonces hice ese papel, y de ahí pasé a interpretar un papel de alcohólico en Hoosiers, y luego hice de dealer en River’s Edge. Ésas fueron mis tres primeras películas estando sobrio. Lo llamé a David Lynch y le dije: «Hiciste lo correcto al elegirme, porque yo soy Frank Booth». 

Hacer Super Mario Bros fue una verdadera pesadilla. Cuando la vio mi hijo, que tenía 6 o 7 años, me dijo: «Papá, creo que probablemente eres un muy buen actor, pero ¿por qué interpretaste a King Koopa? Es un tipo muy malo, ¿por qué quisiste interpretarlo?» Le dije: «Bueno, para que puedas tener zapatos». Y él me dijo: «No necesito zapatos». 

Toda mi familia fue demócrata. Yo mismo soy republicano desde Reagan. Ni siquiera me importaba mucho: no me parecía un buen actor, y no sabía qué tipo de presidente sería. Pero estaba leyendo mucho a Thomas Jefferson en su momento, y Jefferson decía que cada veinte años, si un partido se ha mantenido en el poder, es tu obligación como norteamericano votar al otro partido. Quería ver un cambio en el Congreso, y cambiamos el Congreso. Y después simplemente seguí con los republicanos. Voté por los dos Bush. Las cosas realmente empezaron a venirse abajo cuando el presidente Bush dijo que nuestra estructura financiera era fuerte. Y luego McCain volvió a decir lo mismo, por Dios. 

Voté por Obama. Di vueltas un rato, hasta que eligieron a Palin. Ya no podía seguir con esta caricatura. Ahora veremos qué pasa. 

Soy tan sólo un chico de clase media que creció en una granja en Dodge City, y mis abuelos sembraban trigo. Para mí la pintura, la actuación, la dirección y la fotografía eran todo parte de la experiencia de ser un artista. E hice mi dinero de esa manera. Y me divertí un poco. No ha sido una mala vida.



en Página 12, 6 de junio, 2010






















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