a Enrique Rebolledo
Los temerosos de los brujos vecinos
lanzan puñados de sal al fuego
cuando pasan las aves agoreras.
Mis amigos buscadores de entierros
en sueños hallan monedas de oro.
Los despierta el jinete del rayo
cayendo hecho llamas entre ellos.
Medianoche de San Juan. Las higueras
se visten para la fiesta.
Eco de gemidos de animales
hundidos hace milenios en los pantanos.
Los chimalenes reúnen las ovejas
que huyen del corral.
Aúllan los perros en casa del avaro
que quiere pactar con el Malo.
Ya no reconozco mi casa.
En ella caen luces de estrellas en ruinas.
Mi amiga vela frente a un espejo:
espera allí aparezca el desconocido
anunciado por las sombras más largas del año.
Al alba, anidan lechuzas en las higueras.
En los rescoldos amanecen huellas de manos de brujos.
Despierto teniendo en mis manos hierbas y tierra
de un lugar donde nunca estuve.
en El árbol de la memoria, 1963
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