Michael Jackson
Ese paseo sobre la pradera,
en el cementerio, envuelto en rojo y negro,
los dientes crecidos, las uñas,
el pelaje, la luna llena, el aullido,
la risa que estruendó la inexperiencia;
los cuatro o cinco pasos que aprendimos,
la luz estroboscópica,
las caricias en medio de la noche...
En un cuarto de hotel, a los catorce,
a dos cuadras de los trenes en Chillán,
al ritmo de tu voz,
de esa extraña forma de decir las cosas.
Una noche eterna de la lluvia,
la primera desnudez.
Cuatro adolescentes
embobadas ante nuestro estilo
de Travolta parodiado entre bemoles,
calcetines a la vista, entre saltitos
y entrañables giros;
nuestros brazos, esa luz y el campo
que atraviesa ante la sombra de inocencia
que nos queda.
La turba enloquecida en el Nacional.
El morbo, la envidia;
te tildaban de manojo retirado,
sobre el escenario ante la duda de los dobles
que lanzabas a cumplir
con los tediosos shows tercermundistas.
Dobles fieles, esos guardias,
que circundan tu fragilidad,
tu soledad, tu inocencia progresiva, antisocial.
Esa tarde en el Lido te buscamos en la imagen,
pero no llegaste; te escondiste en el baúl,
atemorizado de tantos ojos sobre ti,
de una visión absurda,
de ese paradigma esquivo que entendiste.
Silencio zen.
Silencio sostenido.
La secuencia rápida, el género rasgado,
timbre o resentimiento.
La rima aparatosa.
Máscara. Afección. Vacío.
Una apreciación confusa.
Incisión y movimiento angelical.
Gravedad imposible.
Zapatos negros. Calcetín dorado. Un guante.
Camiseta blanca desgarrada
y el sombrero entreverado.
Ya no dormirás de lado, en el aerómetro.
Ya no soñarás con mundos subterráneos,
ríos congelados de color plateado,
ni animales que se escapan de las jaulas.
Ya no buscarás el borde,
donde el tiempo se hace polvo
y se fragmenta el pensamiento.
Ya no escindirás tu cuerpo, imagen, proyección.
Ya no exigirás el espectáculo vacío en Londres.
No te rodearás de gente que reclama
un gesto mínimo de su héroe.
Ya no estás solo,
observando desde arriba,
tu mansión dorada,
esos discos que jamás mostraste a nadie,
música entonada y olvidada de inmediato
en los paseos sobre el bote.
En ese risco abandonado en el que ahora te acomodas,
mientras la siguiente melodía se evapora,
solo, muy despacio.
Sin pudor;
luz y sombra al mismo tiempo.
Sin temor;
la gente extraña que se goza en la costumbre.
Sin espacio;
el genio que se fue, que está dormido,
entre juguetes que no hieren
y que sueña,
recostado entre celestes nubes de algodón.
Michael Jackson en Münich, 1997: "You are not alone"
http://www.youtube.com/watch?v=R9DDTiPzJCk
1 comentario:
Si alguna vez miras hacia atrás
y no te gusta lo que ves
hay una cosa de debes saber
tú tienes un lugar a donde ir,
tienes un lugar a donde ir.....
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