domingo, mayo 24, 2009

"Discurso sobre lírica y sociedad", de Theodor Adorno

Extracto



Sobre todo es necesaria la vigilancia contra el concepto de ideología, hoy día extendido hasta lo insoportable. Pues ideología es “no verdad”, conciencia falsa, mentira. Ella se revela en el fracaso de las obras de arte, su falsedad en sí, y es blanco de la crítica. Cuando en cambio se trata de grandes obras de arte que tienen su ser en el dar forma, y con ello en una reconciliación tendencial de las contradicciones básicas de la existencia real, acusarlas de ser ideología, no es sólo una injusticia a su propio contenido de verdad, sino, además, una falsificación del concepto de ideología. Este concepto no afirma que todo espíritu sea exclusivamente capaz de disfrazar de generales en determinados hombres determinados intereses particulares, sino que se propone desenmascarar el espíritu decididamente falso y concebirlo al mismo tiempo en su necesidad. Pero las obras de arte son exclusivamente grandes por el hecho de que dejan hablar a lo que oculta la ideología. Lo quieran o no, su consecución, su éxito como tales obras de arte, las lleva más allá de la conciencia falsa.

Permítaseme enlazar con su propia desconfianza. Ustedes conciben la lírica como algo contrapuesto a la sociedad, como algo plenamente individual. Su afectividad se aferra además a que así debe seguir siendo, a que la expresión lírica, sustraída a la gravedad objetiva, conjure la imagen de una vida libre de la coerción de la práctica dominante, libre de utilidad, libre de la presión de la testaruda autoconservación. Pero esta exigencia puesta a la lírica, la exigencia de que sea la palabra virginal, es en sí misma una exigencia social. Ella implica la protesta contra una situación social que cada individuo experimente como hostil, ajena, fría, opresivo-depresiva, situación que se imprime negativamente en la formación lírica: cuando más duramente pesa la situación, tanto más inflexivamente se le resiste la formación, negándose a inclinarse ante ninguna cosa heterónoma y constituyéndose exclusivamente según el objeto en cada caso propio. Su distanciación de la mera existencia se convierte en criterio de la falsedad y maldad de ésta. En la protesta contra ella el poema expresa el sueño de un mundo en el cual las cosas fueran de otro modo. La idiosincrasia del espíritu lírico contra la prepotencia de las cosas en una forma de reacción a la cosificación del mundo, al dominio de las mercancías sobre los hombres, dominio que se extiende desde los comienzos de la edad moderna, y que se desarrolla hasta ser poder dominante de la vida desde el comienzo de la revolución industrial. También el culto rilkiano de la cosa pertenece al mágico círculo de esta idiosincrasia, como intento que es de asumir y disolver las ajenas cosas en la expresión subjetiva y pura, abonándoles en su haber, metafísicamente, su propio carácter de extrañeza; y la debilidad estética de ese culto de las cosas, el gesto afectadamente misterioso, la mezcla de religión y artesanía artística, traiciona al mismo tiempo y manifiesta el poder real de la cosificación, la cual no es ya susceptible de dorado por aura lírica alguna ni puede recogerse en ninguna dación de sentido.








en Akzente, 1957












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