IX
Atardecer vibrante de alas acogidas de regreso por el árbol.
Alas y campanas del Convento de San Francisco.
Por los poderes de la noche
el pueblo se transforma en otro pueblo.
Tú también tienes poderes:
transformas una piedra en un soldado,
una rama en un caballo.
Pero la noche es demasiado grande
y te da miedo ir a sacar agua al pozo.
Los muertos quieren dirigirse a ti
con los fríos peces de sus palabras.
Las alas de los tue-tué golpean las ventanas.
Hay que ofrecerles pan y queso:
ellos volverán a pedirlo
transformados en hombres.
Hay que decir:
“Martes hoy, martes mañana, martes toda la semana”.
Una estrella cae.
Alguien morirá.
en Crónica del forastero, 1968.
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