12 de febrero de 1809 – 19 de abril de 1882
23 de julio
El Beagle echa el ancla durante la noche en la bahía de Valparaíso, puerto principal de Chile. Al rayar el alba subimos al puente. Acabamos de dejar la Tierra del Fuego. ¡Qué cambio! ¡Qué delicioso nos parece aquí todo! ¡Es tan transparente la atmósfera! ¡Es el cielo tan azul! ...¡Rebosa tanta vida toda la naturaleza! Desde el punto en que hemos anclado, la vista es preciosa. Está edificada la ciudad al pie de una colina bastante escarpada y de unos 1.600 pies (480 metros) de elevación; por consecuencia de esta altura no es Valparaíso más que una calle larga paralela a la costa; pero por cada cortadura que se abre en los costados de la colina trepan las casas a uno y otro lado. Escasa vegetación cubre estas colinas redondeadas, por lo que los rojos costados de los cortes que las separan resplandecen con viveza a los rayos del sol.
…
Pensando que sólo 350 millas (563 kilómetros) más al sur todo este lado de los Andes se halla por completo cubierto de impenetrables bosques, no se puede menos de experimentar profunda extrañeza. …¡Qué admirable país para la marcha! ¡Qué esplendidez de flores! Como en todos los países secos, las mismas breñas son muy aromáticas; sólo de pasar entre ellas se perfuman las ropas. Me extasiaba cada día que amanecía tan hermoso como el anterior. …¡Cuán contrarias son las sensaciones que se experimentan a la vista de una cadena de montañas negras, medio envueltas en nubes, y la de otra cadena que se contempla sumergida en la pura atmósfera de un hermoso día! El primer espectáculo puede, durante cierto tiempo, parecernos grandioso, sublime; pero el segundo nos encanta y despierta en nosotros impresiones llenas de alegría y de ventura.
17 de agosto
…Por doquiera que se vuelva la vista se encuentran agujeros de minas; la fiebre de las minas de oro, en Chile, es tal, que no ha quedado parte del país sin explorar. Paso la tarde como la víspera charlando al amor de la lumbre con mis dos compañeros. Los guasos de Chile son como los gauchos de las Pampas, pero en suma resultan muy diferentes. Chile está más civilizado, y, por lo tanto, sus habitantes han perdido mucho de su carácter individual. Las graduaciones de rango son aquí mucho más marcadas; el guaso no considera a todos los hombres como iguales suyos, y me ha sorprendido ver que a mis compañeros no les gusta comer al mismo tiempo que yo. Este sentimiento de desigualdad es consecuencia necesaria de la existencia de una aristocracia del dinero. Se dice aquí que hay grandes propietarios que tienen de 125 a 200.000 francos de renta anual. Esta desigualdad de fortunas no existe, creo, en los países en que se crían los ganados al este de los Andes. El viajero no encuentra aquí ya aquella hospitalidad incondicional que hacía rehusar todo pago y que se ofrecía de tan buena voluntad que no había escrúpulo alguno en aceptarlo. Casi en todas partes se recibe en Chile por la noche, pero se espera que se dé algo al salir por la mañana, y hasta las personas ricas aceptan sin reparo dos o tres francos. El gaucho es un caballero, siendo tal vez un asesino; el guaso, preferible bajo ciertos puntos de vista, no es nunca más que un hombre ordinario y vulgar. Aunque estas dos clases de hombres tengan casi las mismas ocupaciones, sus costumbres y su traje difieren; las particularidades que los distinguen son, además, universales en los dos países respectivos. El gaucho parece que forma cuerpo con su caballo; se avergonzaría de ocuparse de cualquier cosa, no yendo montado; al guaso puede contratársele para trabajar en el campo. El primero se alimenta exclusivamente de carne, el segundo casi sólo de legumbres. Ya no se ven aquí las botas blancas, los pantalones anchos, la chilipa encarnada, que constituyen el pintoresco traje de las Pampas; en Chile llevan polainas de lana verde o negra para proteger los pantalones ordinarios. El poncho, sin embargo, es común a los dos países. El guaso cifra todo su orgullo en las espuelas, que son ridículamente grandes. He tenido ocasión de ver espuelas cuya roseta tenía seis pulgadas de diámetro y armada de treinta puntas. Los estribos suelen ser de proporciones análogas; cada uno consiste en un tarugo de madera cuadrado, vaciado y esculpido, que pesa por lo menos tres libras o cuatro. El guaso se sirve del lazo, mejor todavía quizá que el gaucho, pero la naturaleza de su país es tal que no conoce las bolas.
18 de agosto
…Hoy se sabe que el método empleado en Chile para explotar las minas es el menos dispendioso. Me dice mi patrón dos mejoras principales: primero, la reducción por el fuego, de las piritas de cobre, que son los minerales más comunes en Cornouailles; así se sorprendieron tanto los mineros ingleses, a su llegada, viendo que las tiraban como inútiles; segundo, la trituración y lavado de las escorias procedentes de las cocciones pasadas, con los cuales se logra recoger gran cantidad de partículas metálicas. He visto mulas cargadas de estas escorias, transportarlas a la costa y embarcarlas para Inglaterra. Lo que en un principio ocurría es muy curioso: estaban los mineros chilenos tan convencidos de que las piritas de cobre no contenían un solo átomo de metal, que se reían de la ignorancia de los ingleses; los cuales a su vez se burlaban de los chilenos y compraban los más ricos filones por unos cuantos pesos. Es particular que en un país en que desde hace tanto tiempo se explotan minas, no se haya descubierto un procedimiento tan sencillo como el de la quema para desalojar el azufre antes de la fundición. También se han introducido algunas mejoras en las máquinas más sencillas; pero hoy todavía (1834) se desecan las minas, ¡transportando el agua a hombros en sacos de cuero!
Los obreros de las minas trabajan mucho. Se les da muy poco tiempo para comer, y lo mismo en invierno que en verano comienzan a trabajar al rayar el día y no cesan hasta la noche. Se les pagan 25 francos al mes y la comida: el desayuno consiste en 16 higos y dos pedacitos de pan; la comida, son habas cocidas con agua; y la cena, trigo machacado y asado. Casi nunca comen carne; porque de los 300 francos anuales tienen que vestirse y mantener a su familia. Los que trabajan dentro de la mina reciben 31,25 francos al mes y se les da además un poco de charqui; pero éstos no se apartan de la triste escena de su trabajo más que una vez cada quince días o cada tres semanas.
26 de agosto
…Hace un tiempo hermosísimo y la atmósfera es de una pureza extraordinaria. La espesa capa de nieve que acaba de caer hace destacar admirablemente las formas del Aconcagua y de la cadena principal; el espectáculo es imponente. Ahora nos dirigimos a Santiago, la capital de Chile. Atravesamos el cerro del Talguén y pasamos la noche en un pequeño rancho. Nuestro patrón resulta más que humilde al comparar a Chile con los otros países: "Algunos ven con los ojos; otros con un ojo solo; pero yo creo que Chile no ve con ninguno".
27 de agosto
…Un manantial continuo de placeres es trepar por la roca Santa Lucía, que se halla en el mismo centro de la ciudad. Desde allí la vista es muy linda, y como ya he dicho, sumamente original. Dícenme que este carácter es común a las poblaciones construidas en las grandes plataformas de Méjico. Inútil me parece hablar de la ciudad en detalle; no es ni tan bella ni tan grande como Buenos Aires, aunque construida por el mismo estilo.
5 de septiembre
Cerca de las 12 del día llegamos a uno de esos puentes colgantes hechos con pieles, que atraviesan el Maypugrán, río de rápida corriente que pasa a pocas leguas al sur de Santiago. ¡Triste cosa son los tales puentes! El piso, que se presta a todos los movimientos de las cuerdas que lo sostienen, consiste en tablas colocadas unas junto a otras; y con mucha frecuencia faltan y aparece un agujero; al peso de un hombre, llevando el caballo de la brida, oscila todo el puente de un modo terrible. Por la tarde llegamos a una finca muy confortable, donde encontramos varias señoritas muy lindas. He entrado en una de sus iglesias, impulsado por la simple curiosidad, lo cual las ha escandalizado mucho. Después me dicen: "¿Por qué no se hace usted cristiano?; porque nuestra religión es la única verdadera". Les aseguro que soy también cristiano, aunque no de la misma manera que ellas; y no quieren creerme, y añaden: "¡Pero sus sacerdotes de ustedes, hasta sus obispos, no se casan!" ¡Casarse un obispo! Esto es lo que más les choca; no saben si reírse o escandalizarse de tamaña enormidad.
13 de septiembre
He aquí la armonía absoluta de la naturaleza. Las montañas se disgregan y acaban por desaparecer, arrastrando en su ruina las venas metálicas que pueden sostener. Las más duras rocas se transforman en lodo impalpable, los metales ordinarios se oxidan y unas y otros son transportados a lo lejos; pero el oro, el platino y algunos otros metales son casi indestructibles; su peso les hace ir siempre hacia abajo y se quedan atrás. Después que montañas enteras han sido sometidas a esas rupturas y esos lavados sucesivos por mano de la Naturaleza, el residuo se hace metalífero y encuentra beneficio el hombre en completar aquella obra de desmembración.
Por triste que sea la situación de los mineros (y puede juzgarse de ella por lo que antes hemos dicho), es una situación muy envidiada; porque la de los obreros agrícolas es todavía más dura. Los beneficios de éstos últimos son mucho menores y se alimentan casi exclusivamente de habas. Esta pobreza proviene, en primer término, del sistema feudal que preside al cultivo de las tierras en el cual puede éste construir su casa y cultivarle; pero éste le da en cambio su trabajo personal o el de uno que le reemplace durante toda su vida, y esto día por día y sin jornal. De este modo el padre de familia no tiene quien cultive su terreno hasta que tiene un hijo de suficiente edad para poder reemplazarle en el trabajo que debe al propietario. No hay que extrañar, por tanto, que sea extrema la pobreza en los obreros agrícolas de este país.
…
Un día vino a verme un naturalista alemán llamado Renous, y casi al mismo tiempo llegó un viejo notario español. Su conversación me divirtió mucho. Hablaba Renous tan correctamente español, que el notario le tomó por un chileno. Hablando Renous de mí, preguntó a su interlocutor qué pensaba del rey de Inglaterra que enviaba a Chile a un hombre cuya única ocupación era buscar lagartos y escarabajos, y partir piedras. El viejo reflexionó profundamente unos momentos después dijo: "Eso me parece muy turbio. Aquí hay gato encerrado. No hay nadie bastante rico para gastar tanto dinero en una cosa tan inútil. Eso es algo turbio, lo repito; si enviásemos un chileno a Inglaterra con igual misión, estoy seguro de que el rey de aquel país lo expulsaría en el acto". Ahora bien; este viejo pertenece por su posición a las clases más instruidas e inteligentes. El mismo Renous confió, hace dos o tres años, a una señorita de San Fernando, varias orugas, recomendándole que las alimentara bien porque deseaba obtener mariposas. La noticia de la misión encargada a la joven se extendió por toda la ciudad; conmoviéronse los padres y hasta el gobernador; hubo muchos cabildeos, y se convino, en definitiva, en que debajo de aquel encargo se ocultaba alguna herejía, y Renous fue preso al volver a la ciudad.
Fragmentos del capítulo XII, 1845.
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