lunes, diciembre 29, 2008

"Víctor Sarmiento comprende el tedio", de Marcelo Guajardo Thomas






To say: I have lost the consolation of faith
though not the ambition to worship,
to stand where the crossing happens.

Forrest Gander

De esta forma, en mi clavícula y mi lengua
la obstinada voluntad de la vigilia


Víctor Sarmiento comprende el tedio
aun cuando este se confunde con el sueño,
en el cruce hambriento de la costumbre y la horca de los días.

Amanece           el roce de los labios sobre la espalda
el resplandor ilumina las ciruelas maduras

En la primera luz, los ojos le parecen órganos inservibles,
los precursores de una manía terca, un hecho aterrador y detenido.

En la cálida matriz del semejante, el hartazgo cede su lugar al sueño

Migra el silencio desde una casa en llamas hasta el vacío de
          la semejanza
el aguijón que busca una coordenada, en donde el hueso se precipita
          y desaparece

todo es hueso y coordenadas, repite, y en la memoria un griterío
          interminable
acercándose como un pedazo de pan que marcha sobre las brasas

Cava la raíz del geranio más allá de la vista
reconoce el gesto familiar del placer, con el hombro ahuecado
en donde el pelo húmedo y recogido deja caer el agua sobre su pecho

Víctor Sarmiento comprende el tedio
le es normal como las evidencias de su cuerpo al tacto
o el silbido del aire que sale irremediable por su garganta

Una celda aun mayor que la rabia, es la prisión cálida del tedio

En la proximidad del cuerpo, un instante
la carne blanda de la ira, cuyos gajos cuelga, oblicuos y estáticos,
antes de los preciosos segundos que preceden a su mano acariciando
el inicio de una espalda inmóvil sobre la cama

El grito de las yemas, el placer sosegado avanza
desde el cuello hasta la cervical como un lento mamífero

El abrevadero que de noche tiembla con la proximidad de
          los caballos

Con el miedo entrelazado           un rostro
así, el retorno de esta plaga
la horca que mece los segundos
en el borde donde el agua golpea

en su lengua
otra lengua afilada

siguió con los labios
la línea del abdomen

sedado


Víctor Sarmiento comprende el tedio
al punto de oír, cortando la transparencia
una pequeña voz rugiendo
como si de pronto el cardo encendido tuviera su propia lengua
y el animal hubiese comprendido la simetría del fango

La quemadura de la silueta aparece en fragmentos
la repetición del instante rompe la piel del sueño
                       éste, sin embargo, prevalece

Los martillos repartidos entre los geranios
la sangre mancha la piel del oso polar               engulle

Aquí la soga y la máscara
en la gruta deshabitada
en donde el agua escurre
como un animal devastado

Veía el redoble de las hojas
urdidas al tallo, contemplaba el prolijo recurso
de las orugas, en su capullo colgadas,           esperando
que sus cuerpos cambiaran hasta la cima de la esperanza

Sin embargo, le era imposible comprender la fe

La fe eclipsa el paso congelado de los segundos
mezclada con la esperanza, suele ser un mortífero tipo de explosivo

Era, desde luego, un retorno a la atroz semejanza
con la mano extendida sobre su faz,       en cuclillas y en silencio
frente a la conmovedora persistencia de los objetos

Aquello que habla de sí con las manos atadas
una lengua súbita que recoge el aire de la aversión
con el sol fulminado, los rostros dentro de los espejos
semejantes al estallido arrancado de la vigilia

¿Qué queda entonces?

La suma de los fragmentos que cambian de forma
la insistencia de los geranios que encuentran agua en la materia
          revuelta

Víctor Sarmiento comprende el tedio
como si fuera un escenario cuya fortaleza radica en la silueta de
          los objetos,
un marsupial que suspendido por los hilos de un titiritero flota
          sobre el agua negra

Pegado al sueño de los cuerpos
la imagen         el desperfecto               la aversión
una clase de tacto pronunciado y bélico
un cráneo que el silencio esculpe pegado a la certeza

El sol aparece entre los árboles
la mantis caza en el follaje del jazmín

Así, el intervalo, en medio del azar y las partículas,
en donde el aspa le corta la garganta al sonido
cuatro veintiséis         la proximidad de un cuerpo
la rebelión del agua en el hueco de la piscina
otra respiración que lo alimenta saciando un hambre tan distinta

el clavo del hartazgo       su boca cortada
sobre el prado y rozando el cuerpo estático del mirlo

Del otro lado, el tapiz del oído, y las puntas de los dedos
sobre la piel húmeda sucede el cruce del líquido y la desesperación
en las direcciones que dibujan las trizaduras del cemento
inundado de agua clorada, donde la oreja cautiva
emite un insoportable chillido, en aquella profundidad
                    la rótula ha perdido el habla

Víctor Sarmiento comprende el tedio
de la misma forma que comprende la hilera militar de las hormigas
que llevan los trozos del mirlo hasta una profundidad austera

Perplejo y desnudo el hueso se hunde en el jardín

Sumergido           ciego       inmóvil
escucha el chillido metálico de los codos que se estrellan en el fondo

Los cuerpos ovillados de los niños rompen la superficie
sobre el agua los redondos caballos de hule esperan el abandono


El oxígeno horada con una cuchara el interior de los caballos de hule
el sol atraviesa el follaje de los helechos y se dispersa en millones
          de nervaduras
La boca hacia arriba             la comisura
una gota de sangre que se desliza hasta la clavícula

Bajo la piel y cavando la marcha del hastío
pronuncia una vacuidad que no se repele

El animal levanta la cabeza
perplejo por la ausencia de depredadores

Se queda inmóvil sobre el agua, suspendido en el tráfago
las manos empuñadas             la mandíbula empuñada
mientras el espasmo atrapado en el diluido sol
impulsa un pequeño iceberg que tiembla en el reflejo

La extravagancia del miedo es un vestigio,
el trozo de una colmena abandonada bajo los árboles

el intervalo y su aguja             la oreja prisionera en el follaje

Abre la boca
el aire entra de una vez
recoge los trozos del mirlo antes de su desaparición
y los reparte en la tierra mojada

Una manilla circular, donde la cuerda aprieta y levanta
la sombrilla      el resplandor metálico del pica hielo hundido
en la cubeta pulida y la copa de un lado de la sombra del tendedero
que corta la superficie dejando los objetos simétricamente
          organizados

Recuerda la claridad de aquel día. Las secretas flores de los cactus.
Su padre subía una colina polvorienta             marzo
se había secado la hiedra que poblaba las rocas
en el Pucara de la cima el viento roía los cardos dejándolos desnudos

En la vasija de madera donde las ciruelas forman un montón oscuro
          y húmedo
la enorme mosca azul dibuja un trazo incomprensible
tan diferente a las rigurosas figuras anaranjadas de los vasos
          del verano

Primero el estupor como un bien estético             corrosivo
de la otra orilla             la perplejidad
como quién suelta a la tormenta
la vaina de un grano de trigo y la sigue con los ojos
          suena el teléfono del comedor
se inicia el cosquilleo del riego automático que cubre el jardín
          alguien contesta y habla
un cuerpo compacto rompe otra vez la superficie del agua

Avanza hasta la sección política

-Se han quebrado los preciosos equilibrios del gobierno
se espera un cambio de gabinete para los próximos días-

adentro         quebrado         el tallo de la semejanza
un trozo de acero en la pupila que impide al ojo ver su gemelo

Víctor Sarmiento comprende el tedio
acaso su veneno más mortífero y seguro,
que con la aguja del cartílago
destruye mas allá de la aversión

Un cuerpo flota como los manatíes
en medio de los hígados y el miedo
giran los engranajes concéntricos
los tallos de los juncos cruzan la superficie del agua

Escucha el repentino estallido del aspa
las ramas viejas comprimidas en vasijas
arrojados sobre la hierba         martillos
y el agua aproximándose en trazos cortados sobre el aire
el cuerpo dormido en la superficie de hule
las palmas de las manos vueltas hacia el agua
el antebrazo estático           las pulsaciones
de pronto         el golpe metálico de la podredumbre
se arrastra hacia el fuego y la desaparición

Toma una ciruela madura y la lleva hasta su boca
la sombra de las grúas cae en el vértice del jardín
                    un pie desciende a la ceguera

La casa está en silencio
y este silencio es una obstinada brasa

El mecanismo funciona por simple succión,
entre el respiradero y la hoja de metal, el aire escasea
y los trozos salen disparados por el conducto de los desechos

el rugido                la respiración entrecortada

Hubo un tiempo en que la fatiga precedía al descubrimiento
un tiempo en que sus rasgos le daban una extraña tranquilidad
como la frágil cubierta de una larva en simbiosis con la raíz del nogal

El jardinero pasa la cortadora de pasto
donde la hierba crece con más fuerza

La luz se debilita. Anochece.

Víctor Sarmiento en posición fetal sobre su cama
el ligero hundimiento    el arco de la espalda      la luz lateral encendida
su cuerpo encorvado y tibio frente al destello

Un paso y otro más      saciado
ya no espera la quemadura de la vigilia

Los ciervos escarban en los junquillos de los muros
en donde la pesadilla se multiplica

Cruza su rostro el látigo de luz desde la curvatura
donde el tronco hinchado de un animal
encalla en la ribera del río luego de la inundación

             el hambre es la próxima catástrofe


Víctor Sarmiento comprende el tedio

Con la frágil brutalidad del oso polar
flotando en la espesura del pozo transparente            cautivo

Los rayos del sol cayéndole por la espalda
el grito del otro lado del reflejo

No existe nada más tedioso que el hambre
el continuo mecanismo que lleva al oso polar más allá de la superficie
donde una mano sostiene un trozo de carne sobre su mandíbula

Comprende además la combustión del desengaño
como si fuera la brutal persistencia de un espejismo
a tientas en el hueco del sueño          desprovisto

un ojo cortado flota entre los juncos


Víctor Sarmiento comprende el tedio

Dejándolo paralítico en un lugar
en donde los surcos del hastío, inverosímiles
profundos sobre la roca, como una plaga
encuentran un acantilado sin tiempo.

Luego de la saciedad
el bulto cartilaginoso cae
a través de la garganta

Con la piel quemada por el clavo de la persistencia
el sueño y la desaparición emergen en las mismas coordenadas

La quijada de la oscuridad traga los redondos caballos de hule
y el agua contenida que aún tiembla en el gigantesco cántaro

abierta sobre la cama, la edición en inglés de Latin American Trade

-Carlos Slim, el hombre más rico de Latinoamérica,
ha acumulado la mayor colección de Rodin fuera de Europa-
La lenta extremidad del vapor se desplaza por el cielo raso
convierte la luz en un extraño vestigio
                    el agua escurre por la tuberías

En la celda del hastío el oído es un prisionero desnudo

He aquí las horas del rencor

Víctor Sarmiento comprende el tedio
Deseando la resignación de la ceguera
del cuerpo que tropieza en una casa en llamas
a punto de caer y en la boca
una lengua confusa y atónita

La cáscara trizada desde adentro por la inconfundible voluntad

En la humedad de los helechos, la persistencia
con las manos enterradas en el fango una pupila empuña los segundos
del otro lado del sueño un contorno se aproxima y le besa los labios

una caída entonces        la repentina brasa
las pulsaciones             una plaga que se alimenta de la memoria

El agua está en calma
el dispersor corta el grito estático del trazo
ruge el aspa y levanta las partículas del hueso pulverizado



Mas, contiene el aliento, mientras el vapor oculta los objetos
la simetría de la clavícula      el cuello desprendido
las caderas húmedas           el abdomen

Esa silueta basta
para desprender un desgarro y darle nueva vida al silencio

Urdido al vacío el tambor del desamparo

Su amor hambriento en la celda

Recobrada. La podredumbre habló como lo haría la carne

Recuerda, una alegría conmovedora,
la risa             tardes en que había amado tanto

ahora, la aparición de las palabras es una aguja
y el silencio un huésped, que imita su rostro para hablarle de sí mismo

En la niebla, convertidos en fragmentos, los rasgos inmóviles
          de la certeza;

las vasijas y los utensilios de fierro forjado   el abismo
de los aparatos de la cocina, el estudio, los dormitorios
el hueco de la chimenea, los libros de Munch y de Hopper
las piedras de la terraza, el jardín rigurosamente organizado

en el corredor se asoma un ciervo
cegado de pronto por el destello

Llamó a esto el desvergonzado hastío

a menudo el volumen y el silencio
en el humus donde la lombriz           persiste
un asno se pudre entre los geranios

la lluvia, el vapor de las piedras trizadas

           noviembre         el tórax hundido          la oreja

Luego del habla

el grito vencido del interior de la carroña











2006





1 comentario:

Alejandra Far dijo...

¿cómo leer publicación de este joven?