Reencontrarse en un estado de extrema conmoción,
esclarecida de irrealidad, con trozos del mundo real
en un rincón de sí mismo.
esclarecida de irrealidad, con trozos del mundo real
en un rincón de sí mismo.
Antonin Artaud
Durante más de veinte leguas caminó por el desierto. Imaginó cien dioses blancos y, exactamente, justo entonces, las aves de rapiña circundaron el óvalo dorado por el que atravesaba. Sus pies se lastimaron ante los reflejos infinitos de la hora del crepúsculo. Oscuros hombres, teñidos quizás, bajaron las montañas y con suaves golpes de cabeza le indicaron el delirio en que habitaba, desterrado desde haber nacido. La unión de los metales provocó el sonido y la señal. Uno de ellos, el mayor, habló, soportando el frío de la noche y el canto negro de las aves que bailaron dominadas por el sismo que ellas mismas provocaron. Todos vieron la sutura de sus labios y exclamaron. Todos escucharon su lamento. Sin embargo él, más allá de la quietud sagrada, se sentó sobre la tierra húmeda a esperar…
Las aves se acercaron débilmente. Sollozaron en su oído. Agitaron alas y plumajes. De ese modo descubrió el geométrico sentido de su sueño, y sólo entonces despertó.
Las aves se acercaron débilmente. Sollozaron en su oído. Agitaron alas y plumajes. De ese modo descubrió el geométrico sentido de su sueño, y sólo entonces despertó.
Poema basado en la pieza homónima de Pierre Henry, compuesta en 1970. Este texto pertenece al poemario Breaking Glass, escrito en colaboración con Juan Carlos Villavicencio.
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