domingo, septiembre 28, 2008

"La sangre y la esperanza", de Nicomedes Guzmán

Tres fragmentos



I

“Bajo, de una estatura que traicionaban apenas unos cuantos edificios de dos pisos, arrugado, polvoriento, el barrio era como un perro viejo abandonado por el amo. Si las lluvias y las nieves de aquellos años tuvieron para él azotes de inclemencia, el buen sol supo resarcirlo en su desamparo con las profundas caricias de sus manos afectuosamente calientes. Y hasta buscó, a la llegada de los crepúsculos, en los ojos turnios y legañosos de sus ventanas, el reflejo de sus largas barbas, antes de despedirse del mundo y de los hombres”.


II

“Los días caían perezosos, con lágrimas de neblinas y de lluvias. El otoño se alzaba aún a la vera de la vida con el fatalismo doloroso de todos los abandonados. Y era como si en la voz de las campanas, precisas para decir su palabra matutina, desperdigara, a veces, el otoño, sus desamparados pasos de ciego sin lazarillo.

Ahora atardecía. El barrio pobre era como una flor caída en pétalos de bruma. Cuchillos de cobre atravesaban el aire, hiriendo los tejados. Las paredes desconchadas y los vidrios de las ventanas sangraban al contacto de sus certeros filos.”


III

“La cesantía en la zona del salitre era pavorosa. La capital parecía estremecerse bajo el paso de la humanidad mísera y hambrienta que los trenes arrojaban sobre su cuerpo duro y frío. Los harapos hacían muecas en las calles, muecas con sebo y piojos, con llantos de niños y tetas exangües de hembras aniquiladas. Los suburbios, bajo el otoño, frente a la mirada turbia del tiempo, arrugaban el ceño, esturaban su osamenta crujiente, abierto el pecho franco a las cabezadas locas de los días. Al rescoldo rebelde de su corazón, los albergues mostraban su cuerpo horrible de falso hogar.”





1943





Fragmentos escogidos por el propio Nicomedes Guzmán para el prólogo de su obra Una moneda al río y otros cuentos, publicada en 1954.









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