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(Alguien entra donde no podemos ver a nadie. Una voz en off atropellada comienza)
Michael. Oh, Dios, por supuesto que eres tú. ¿A quién más enviarían? ¿En quién más confiarían? Y sé que el recorrido fue largo y quieres ponerte a trabajar. Sólo te pido que esperes, sólo... sólo que me escuches. Por favor, escúchame, porque esto no es otro episodio, otra recaída, otra cagada. Te lo ruego, Michael. Te lo ruego. Pretende que esto no es solo una locura porque esto no es solo una locura.
Hace dos semanas salí del edificio, ¿sí? Estoy corriendo por la Sexta Avenida, hay un auto esperando... tengo 38 minutos para llegar al aeropuerto, y estoy dictando. Tengo a esta asociada corriendo a mi lado, tomando notas, cuando de repente comienza a gritar. Y me doy cuenta que estamos en medio de la calle y una ola masiva de tráfico se dirige hacia nosotros. Y me quedo inmóvil. No puedo moverme... De repente me consume una sensación abrumadora de que estoy cubierto por una especie de película. Y está en mi cabello, en mi cara. Y es una especie de capa... Y al comienzo pensé, "Cielos, sé lo que es. Es una especie de líquido amniótico, embriónico. Estoy cubierto de placenta. He vuelto a nacer". Y entonces, el tráfico, la estampida, los autos, las bocinas, la pobre mujer gritando, y yo pensando, "No, no, no, no volví a nacer. Esta es una especie de ilusión de renovación que ocurre en el instante previo a la muerte". Y luego, me doy cuenta, "No, no, no, esto está todo mal", porque miré nuevamente hacia el edificio y tuve un momento increíblemente sorprendente de claridad. Me, me, me di cuenta, Michael, que no había salido por la puerta de Kenner, Bach y Ledeen, no por los portales de nuestro poderoso estudio jurídico, sino por el culo de un organismo cuya única función es excretar el veneno, las municiones, el defoliante necesario para que otros organismos más poderosos destruyan el milagro de la humanidad. Y que había estado cubierto de este barniz de mierda la mayor parte de mi vida. Y el deshacerme de su hedor y su mancha me tomaría el resto de mi vida. ¿Y sabes lo que hice? Respiré profundo y dejé de lado esa noción. La dejé para otro momento. Me dije a mí mismo lo más claro que pude: "Por más potente que sea este sentimiento, por más verídico que sea lo que hoy atestigüé, debe esperar. Debe sobrevivir el momento". Y, Michael... ese momento es ahora.
2007
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