miércoles, julio 16, 2008

Entrevista imaginaria a Antoni Gaudí, de Gijs van Hensbergen





Fue la entrevista más extraordinaria de mi carrera. Nunca antes había encontrado a un verdadero genio. Desgraciadamente por tan sólo unas pocas semanas había perdido la oportunidad de entrevistar a Jacint Verdaguer, destrozado tras su relación con el Marqués de Comillas. Con Gaudí me habían prevenido. Ve preparado. No soporta las tonterías. Se mostrará franco, directo y completamente metido en su mundo. Me fascinaba el manantial de su genio. Edificios como no se habían visto nunca y como era probable que no volvieran a verse. ¿Qué me enseñaría del proceso creativo? Preparé mis preguntas de la forma más minuciosa. Y empezaría de manera inequívoca por lo principal.

Sin embargo, ocurrió algo extraño. Porque tras la primera pregunta, mi meticulosa investigación se vino abajo. A pesar de que tomé notas, aún recuerdo toda la entrevista palabra por palabra- Una entrevista íntegra como una sinfonía. Y fui yo el dirigido. Sentí que me arrancaba las preguntas que más quería responder.. La entrevista transcurrió con una lógica extraordinaria; en ella desarrolló a lo largo de una hora su planteamiento de vida, el arte y su apasionado amor por nuestro país, nuestra patria, Cataluña.

La entrevista tuvo lugar en 1918. Y naturalmente como quería profundizar en el proceso arquitectónico y en el hombre mismo, visité a Gaudí en el estudio de la Sagrada Familia. Tenía tiempo, me dijo, hasta la hora del ángelus. Ni un minuto más.

Al entrar en el estudio, ruidoso y cubierto de polvo, lo vi despidiendo al párroco. Entre las maquetas y los papeles esparcidos, parecía pequeño, un tanto andrajoso, poco atractivo. Tenía el rostro terriblemente enjuto, con los huesos cincelados y ahuecados. Caminé hacia él, le estreché la mano. Y fue entonces cuando reconocí en sus ojos la monumental concentración. Un hombre con unos conocimientos muy sólidos y, sin embargo, con la cabeza en las estrellas. Y, en efecto, todos hemos leído los panegíricos que siguieron a su muerte, poseía cierto aire de santidad. Un toque de mística medieval que procedía de su calma interior. Me miró fijamente mientras su atención recaía sobre mí como las luces de un tranvía a toda velocidad.


-¿De dónde procede su inspiración, señor Gaudí? –pregunté con una falta de prolegómenos que sin duda apreciaría-.
Contestó mirando por la ventana del estudio las colinas de Collserola.
-Este árbol que crece junto a mi taller: éste es mi maestro.
Y desde ese momento hasta la pregunta final mi meticulosa entrevista se evaporó, y mi hoja de apuntes se me escapó silenciosamente y cayó al suelo.
-Todo sale del libro de la naturaleza; las obras de los hombres son ya un libro impreso... –dijo y tras hacer una breve pausa para sonarse la nariz, añadió-: El gran libro siempre abierto, que hay que esforzarse por leer es el de la naturaleza; los demás libros están sacados de él, y en ellos están las equivocaciones e interpretaciones de los hombres.

-¿De modo que lo importante es el lugar? ¿Un escenario concreto?
Asintió con la cabeza, y una sonrisa amable fue asomando en la comisura de sus labios.
-Los habitantes de los países bañados por el Mediterráneo sentimos la belleza con más intensidad que los países nórdicos, y ellos mismos así lo reconocen. Los del norte aprecian más la riqueza, que se consigue con el esfuerzo del pensamiento.
“El futuro es nuestro; los demás países mediterráneos están gastados, y éste es el momento en que nosotros tenemos que expandirnos; no podemos privar a la humanidad de nuestro producto.”
“Nuestra fuerza y superioridad plástica es el equilibrio del sentimiento y la lógica, dado que las fuerzas del norte se preocupan y ahogan el sentimiento y las del Sur deslumbradas por el exceso de color, descuidan la racionalidad y hacen demostraciones.
“Nosotros poseemos la imagen; la fantasía viene del fantasma. La fantasía es de la gente del norte; nosotros somos concretos; la imagen es del Mediterráneo.”

-Es decir, ¿que la fuente de su creatividad está relacionada con estos montes y con nuestra proximidad al mar? ¿Está diciendo que el lugar es fundamental? ¿Qué la topografía, la geografía manda?
El mar es el gran camino que une a los pueblos.
Hizo una pausa para reflexionar. Y como si pensara sólo con sus manos, tomó una pequeña maqueta de alambre y se puso a juguetear con ella dándole diferentes formas. Era su método observé, para concentrarse mas intensamente en las cuestiones abstractas que se refinaban y pulían en el interior de aquel cráneo huesudo.
-Esta luz es la mediterránea; los pueblos del Mediterráneo [en medio de la tierra] son los verdaderos depositarios de la plasticidad.
“Mis cualidades griegas vienen del Mediterráneo, cuya contemplación constituye para mí una necesidad. Necesito ver el mar a menudo y muchos domingos voy a la escollera. El mar es lo único que me sintetiza las tres dimensiones, el espacio. Los mediterráneos son los únicos que han comprendido la geometría, y para encontrarla hay que recurrir a los griegos. Modernamente, el que mejor la ha explicado ha sido Monge, mediterráneo de Lyon.

-Así un arquitecto, o cualquier creador siente una necesidad real de comprender su apego al ligar, ¿no? Lo que está diciendo, según entiendo es que se trata de un don predominantemente catalán ¿me equivoco? ¿Aboga por un profundo amor a la naturaleza o incluso por la absoluta necesidad de un retorno a los valores centrales de la vida? ¿Es ahí donde encontramos la creatividad? ¿Podría darme, señor Gaudí, un ejemplo concreto de su obra donde el emplazamiento específico haya dirigido su diseño?
Señalando una estropeada fotografía de la casa Vicens que colgaba en la pared posterior al estudio, detrás de las maquetas de yeso del Niño Jesús y de una torre de la Sagrada Familia, Gaudí , respondió enseguida.
Cuando fui a tomar las medidas, el solar estaba totalmente cubierto de unas flores amarillas, que son las que adopté como tema ornamental en la cerámica. También encontré un exuberante palmito, cuyas palmas, en hierro fundido, llena la cuadrícula de la verja y la puerta de entrada a la casa.

-Si, ya veo. Pero volviendo hacia atrás, creo comprender que su inspiración creadora procede de algún sitio aún más profundo. De la religión ¿quizá? O, para citar al doctor vienés, el doctor Freud, que está tan de moda en este momento quizá de algún lugar en lo profundo de su subconsciente?
Gaudí tosió, un indicio de que había tocado algún punto o algún sitio al que no deseaba ir. Pero era un truco de orador. Para ganar tiempo. Hacer énfasis. Gaudí no decepcionaría.
-La originalidad consiste en acercarse, en volverla origen... Toda obra de arte tiene que ser seductora, en eso radica la universalidad que atrae a todos, entendidos o profanos.

Me quedé pensando en esas palabras. Y Gaudí, comprendiendo que me había proporcionado algo hermosamente sencillo y al mismo tiempo abrumadoramente complejo, no prosiguió. Los minutos transcurrieron en silencio. Sin embargo, la situación no se volvió incómoda. Gaudí se limitó a mirarme con amable atención. Y justo cuando iba a abrir la boca, habló de nuevo:

-El arquitecto es el hombre sintético, que ve las cosas claramente en su conjunto y antes de que estén hechas, sitúa y une los elementos en su relación plástica y en la distancia justa.
“El arquitecto es el constructor humano: construye para el hombre que trabaja, para el hombre que se casa, el hombre que se divierte, el hombre que reza... Y domina y dirige sus obras personalmente, porque sus medidas están alcance de su voz, o al menos, de su gesto”.

Era como un discurso preparado. Lo había repetido antes. ¿Se trataba de la charla introductoria que daba a sus nuevos ayudantes? ¿O de la que daba a los estudiantes de Doménech que se escabullían de la facultad de Arquitectura por las tardes para aprender más del genio que tenía sentado ante mí? Se levantó de la silla, y su rostro se volvió completamente serio.

-Quienes quieran hacer arquitectura [no todo el mundo puede] no sólo tienen que poseer aptitudes notables, tienen que hacer como el que tiene intención de escalar una montaña, probar sus fuerzas para ver si está en condiciones de lograrlo, porque es un camino de sacrificio; cualquier cosa, en este mundo, sí tiene que ser buena, necesita sacrificio, exige una gran disciplina.
“Arquitecto también quiere decir jefe de los obreros, el que dirige los trabajos, y como tal es un gobernante en el sentido más elevado de la palabra, porque no encuentra la Constitución hecha, sino que la hace él. Por eso a los grandes gobernantes se los llama constructores de pueblos.”

Y, como para subrayar e ilustrar con mayor claridad sus palabras justo en ese momento uno de los artesanos que trabajaban en la Sagrada Familia se acercó a Gaudí para pedirle un consejo práctico. Tomando el alambre de las manos del trabajador, lo dobló y unió una pieza de metal como por arte de magia. Siempre había defendido la idea de pensar en el espacio. Qué pérdida... habría sido un conferenciante brillante. Fue un asombroso acto de destreza que desafiaba cualquier explicación rápida con palabras.
-¿Le resulta fácil-pregunté- explicar su obra con palabras?
El lenguaje es la expresión exacta del pensamiento y, como tiene que ser precisa tratándose de comunicación espiritual y no de cosas de comer, debe realizarse en la lengua propia, la cual lo hace de una manera perfecta. De lo contrario, si uno se expresa en una lengua que no es la suya, tiene que dejar adivinar su pensamiento, no lo expresa con precisión; quien escucha tiene que adivinarlo, y ya se comprende que no le llega puro. Es posible llegar a expresar un pensamiento en una lengua extraña, pero la gramática nunca ha sido espíritu.

-Pero sin duda, sus influencias van más allá de la naturaleza. Nuestro gótico catalán tiene fama en todo el mundo.
El arte gótico es imperfecto, está resuelto a medio; es el estilo del compás, la fórmula, la repetición industrial. Su estabilidad se basa en el apuntalamiento permanente de los botareles: es un cuerpo defectuoso que se aguanta con muletas. Sin embargo, aunque imperfecto, al menos nos proporciona un modelo de cómo pueden entrelazarse de forma maravillosa la arquitectura, la religión, la comunidad y los negocios. Aquí, en Cataluña, no parecemos incómodos por la relación entre arte y trabajo. Supongo que Ruskin y Morris también han desempeñado un papel en esto.
“El comercio es el protector de las bellas artes. El comercio ha sido siempre un protector de las artes...
“Una prueba de la buena relación en que han vivido siempre las artes y el comercio la tenemos en Barcelona, donde los comerciantes, constituidos en el siglo XVIII en Junta de Comercio, establecieron en su lonja la Escuela de Bellas Artes, que todavía existe hoy, junto con la enseñanza mercantil, y ambas convivieron durante muchos años bajo la misma protección.”

-¿Considera que el arte tiene que ser hermoso? ¿Personalmente me gustan sus edificios: La casa Batlló, la casa Milá, Bellesguard. Me parecen fantasiosos, agradables, hechizantes, mágicos, seductores. Pero asimismo he oído a personas que, paseando por el pase de Gràcia, los encuentran un poco excéntricos. Una mujer incluso dijo que eran feos. ¿Qué significa para usted la búsqueda de la belleza?
-El arte es belleza, y la belleza es el resplandor de la verdad, sin la cual no hay arte. Para conocer la verdad hay que estudiar a fondo las cosas. La belleza es la vida, y la vida se manifiesta en la figura humana mediante el movimiento.

-Esto me suena muy humanístico. Algo, corríjame si me equivoco, que podría haber dicho Leonardo Da Vinci. A él le gustaba esta mezcla de ciencia y arte.
La sabiduría es superior a la ciencia, porque se refiere al hecho completo, es síntesis, que es la vida; en cambio, la ciencia es análisis, que es la muerte, porque la disección se hace siempre sobre cosas muertas... el amor a la verdad tiene que estar por encima de cualquier otro amor.

-Sí. El amor a la verdad. Pero debe ser difícil extraer de la mente sus ideas y plasmarlas en papel. Y todavía más difícil, sin duda, plasmar una idea en el espacio. En nuestro espacio.
-El hombre no puede actuar directamente en el espacio, porque la reflexión o la ecuación sólo se puede hacer en un plano [con la ecuación de primer grado; las demás son combinaciones]. Ahora bien, en el papel sólo se puede resolver lo que tenga por plano principal el plano de la proyección [cónica o no cónica], y esto presupone haber imaginado la solución y escogido el plano que la contiene. Hacen falta, pues una serie de proyecciones, y hasta que no se casan todas sólo es posible alcanzar la cosa realizándola y repitiéndola, corrigiendo cada una en su plano principal, que es la única manera de llegar a su perspectiva interior, pero no una perspectiva desde el punto de vista, sino la que sabe lo que hay detrás y a los lados.

-Señor Gaudí, ha dicho usted antes que para crear había que sufrir. Puede parecer un comentario necio, pero a usted le encanta trabajar.
-Que cada cual utilice el don de Dios que le ha dado: la realización de eso es la máxima perfección social. El que tiene que construir y hacer cosas que no critique las obras de los demás, ni que defienda las suyas, sino que haga y dirija la crítica contra las obras propias para depurarlas y mejorarlas.
En ese momento sonó el ángelus. Gaudí agachó la cabeza y volvió a su mundo interior.












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