jueves, julio 24, 2008

“Chaplin, sí”, de Marguerite Duras






Sí, Chaplin. Carecía de reflexión, de espíritu de hipótesis, de juicio. Siempre metido en la comedia; esto es, la comedia no lo dejaba. Esta comedia abrazaba la realidad y se la devolvía. Entonces, la aprehendía y la veía. Vio el nazismo como un circo atroz, pero como un circo, Hitler como un payaso sangriento, Landru como un trabajador del crimen. Chaplin no veía nada sin contexto. Concebía la humanidad como una condena, y se dejó arrastrar por ella. Flotaba con ella, iba a la deriva con ella.

Grandeza de Chaplin. Él, por sí solo, era la muchedumbre. Ahogado en un pozo sin fondo. Nada frenaba su caída. El acontecimiento se dejaba caer en lo más hondo de él. Se perdía y Chaplin dejaba que se perdiera, otorgaba. Cuando el acontecimiento volvía hacia él después de esta estancia en el olvido, sobre todo en lo ininteligible, entonces Chaplin lo reconocía y lo explicaba. Chaplin no es una persona cabal. Es un minusválido genial, un accidente fabuloso en la historia del espíritu, un hiato gigantesco del cine. Es un indigente mental. Un retrasado mental.

Se dice que la gran suerte de Chaplin fue haber aparecido en la época del cine mudo. Afirmo que en el cine hablado nunca hemos alcanzado esta dimensión del cine mudo.








en Los ojos verdes, 1990










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