lunes, junio 02, 2008

Tres poemas de Eduardo Espina




Razón de todas las cosas
(Los amantes antes y después)

De tal manera imaginaria, las cosas sucedían
para que todo fuera a deshora en lo desusado:
la racha entrometida del dedo en el deshabillé,
las alabanzas a la blusa azul al soltarla hasta el
desacato de desabotonar de las polainas a las
bragas en remedo de ilusiones todo lo demás,
y así, la castidad a su holocausto, él, y el final.
Aposento de sentidos por la planicie inicial y
en plena siembra sin darse por vencido, pero
igual, no. Nadie en la dicha más de la cuenta.
El cuerpo importa a partir del arte por detrás.
Una idea se da, puede ser donde menos sabe.
Todo nombra, la piel a solas cede a los labios.
Está la realidad para decir adiós hace un rato.
En la ducha los afeites hermosean el enredo
y regresa el agua a la noche donde se bañan.
El amor es la única imposibilidad necesaria.



Lengua materna
(Está escrito y entonces se escucha)

La mirada sueña su ser sin ser cierto.
Nada imprescindible es inversamente
proporcional: el uso sacia lo silvestre,
el empolvado a la par de la apariencia.
Hace un rato y en el país aún paisajes.
Las palabras preguntan por las plantas
en lo que no podrían responder, ¿y si
lo son? Abruma un deslumbramiento,
y dentro de la casa casi una situación;
la casa, ese espejo para pecar después.
Todo lo nuevo tendrá redor de urracas,
librada membrana adonde despertarse.
Corre a sus ansias una visión valiente:
el río sagrado en lugar de los hogares,
la velocidad del oro en aras del viento.
Entre tanto el árbol del tabú osó soltar
azores por las montañas nunca únicas,
pasó el pulso del papiro a la memoria
al morir la hora entre la ausencia y un
espesor infinito: algo todavía por ipar
y pare al alba el hábitat la sílfide feliz.
Raspa por el paisaje lo que no es poca
cosa y la costumbre de obrar en breve.
Ya el tiempo o regresa la idea a su lid,
regla grave para agregar a los agüeros.
Detrás del austro otro estruendo atraen
distraído por traer a las horas el drama.
Entre hoy y ya pasaron varias semanas,
quede para el domingo lo interminable,
el perfume cuya forma fue la felicidad.
Algún rato será mientras el aura ocurra,
rápido rasgando la suerte de herraduras
cuando a ras la siembra reciente roza al
sauce en los cielos pero sin nunca serlo:
nada simple es similar a la próxima vez.
¿O ha de ser el infinito, puro fin, de qué
y qué ha sido del silencio al asomar ahí?
Altura callada, hada del más dócil nido
de voz a variar con la voluntad del tala.
Tilos, hielo, años de ñandubay como va
único el corazón del agua a darles caza,
y zarzales al hacer del azur el resultado
y razones para las zorras en la cerrazón.
Va por tal porvenir el dorado anuro, va
la paja al pico en su pájaro, gira airado,
a lo invencible viaja antes de saber esto.
Ah del aire a solas como punto de vista.
Cimas, alma para no dejar de parecerse
al cierzo donde tanto está que ya estaba.
Rumbo de madréporas, de mirar encima
la misma similitud de sol cerca del lirio.
Sea hasta turbar fuera una esfera infinita
contra la fronda que en canéfora viajara
por ver el verano esperando al pampero,
plan inmóvil que la paz puso en peligro.
Oh del tiempo para después de los días
dados a la penúltima idea que les diera,
lingua, gualicho, noche de yutes chatos
siempre y cuando en el tranco aprenda.
Es por eso de pagarle a la belleza lares.
Pero no todo embellecimiento hablará
de lo oblicuo en la arboleda: el bosque
bañado de vencejos, da el visto bueno;
está la luna para que luego la explique.
En la gema del ojo grazna lo agrietado.
Dentro, lo que no es nada, deja de ser.



La tortuga de Zenón
(En la quietud la velocidad duerme)

Lo íntimo atrae a la intemperie.
Rastro a ras de la escolopendra
y algo de logos en la caparazón.
A su paso piensan las paralelas,
viene el viento con un vendaval,
viene para que la vida no lo vea.
Feliz remordimiento de la razón.
Una rapidez tal cual la luna sale
mientras la sed decía no esperes,
sé de otros, no de ti ni tan ahora.
Anda, última alma del galápago,
que ya grazna el peso anacarado,
un país de piel aparte ya de otros.
Fue la felicidad del día indebido,
de cuál si entonces fueron todos.
¿Jueves? aunque digan, fue lunes.
Era más bien por aquel entonces.
El uso osado de la similitud hizo
a ciegas, lo que salva cedió a su
raza la tosudez de sentirse culta,
sacra en tregua por lo predilecta
dándole oportunidad al traspiés,
a la pata pobre con poco Platón.
Caso de poca longitud y ajetreo
a merced del ser acertado cerca
(cerca que parecía estar tan ahí).
Iba como quien va hasta la idea.
Iba bastante hasta sentir encima
de la sien músicas de velocidad.
Presocráticos a usanza la vieron
rodar entre sospechas enhebrada
a las breas que vaciaban su plan.
¿De alcurnia, igual al leopardo?
Huida del aire, casi tan solitaria:
lenta de oscuridades por el brío,
siguió hasta salirse del nombre.
Al detenerse, se sintió Aquiles.













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