Extracto del inicio
(Voz en off) Parece el Edén, pero es el desierto más engañoso del mundo. El Kalahari. Luego del período de lluvias quedan muchas charcas, y hasta ríos. Pero en unas semanas, el agua se sumerge en las arenas. Las charcas y los ríos desaparecen. El pasto adquiere un color dorado ideal para el pastoreo. Pero en los próximos 9 meses no habrá agua. Los animales se marchan, dejando pasto sin comer. Los humanos le huyen al Kalahari, pues necesitan del agua. Por eso en sus bellos paisajes no hay nadie. Excepto por la pequeña gente del Kalahari. Bellos, delicados, pequeños y graciosos, los bosquimanos. Aquí, donde otros morirían de sed ellos viven muy contentos, en el desierto que no parece tal. Saben de raíces, insectos y tubérculos y cuáles frutas y semillas comer. También, cómo conseguir el agua. En la mañana recogen el rocío de las hojas que dejaron la noche anterior. O un poco de pasto puede ser una represa. Si se sabe cómo, una simple rama indica dónde cavar y sacar a la luz un enorme tubérculo. Se raspa con un palo partido y afilado. Se aprieta un puñado de raspaduras, con el pulgar hacia la boca. Debe ser el pueblo más feliz. Sin crímenes, castigos, violencia, ni leyes policías, jueces, gobernantes o jefes. Creen que los dioses pusieron en la Tierra sólo lo bueno y útil. En su mundo, nada es malo o perverso. Ni la serpiente venenosa. Sólo que hay que permanecer lejos de su boca. De hecho, una serpiente es buena. Es deliciosa. Y la piel sirve de bolsa. Viven en el Kalahari en pequeños grupos familiares. Un encuentro entre familias se da una vez en años. Pero viven casi siempre en aislamiento sin saber que hay otras personas en el mundo. En el Kalahari, hay bosquimanos que no han oído del hombre civilizado. A veces escuchan un trueno en el cielo despejado. Y piensan que los dioses comieron y que sus estómagos retumban. A veces, incluso pueden ver los gases divinos. Su lengua tiene carácter propio. Parece estar formada principalmente por chasquidos. Son personas muy tiernas. Nunca castigan ni regañan a los niños. De allí sus buenos modales y sus divertidos e ingeniosos juegos. Cuando necesitan carne el cazador unta en su flecha un sedante. El ciervo siente un pinchazo y la flecha cae. Huye, pero pronto siente sueño y deja de correr. Poco después, cae dormido. El cazador se disculpa. Explica que su familia necesita la carne. Lo que realmente los diferencia de todas las demás razas es no tener sentido de propiedad. No tienen nada que poseer. Sólo árboles, pasto y animales. Nunca han visto una piedra o una roca. Lo más duro conocido es la madera y el hueso. Viven en un mundo suave, sin la roca, el acero o el concreto.
A sólo 960 kilómetros al sur existe una gran ciudad. Y allí se encuentra el hombre civilizado. El hombre civilizado se rehusó a adaptarse a su entorno. En cambio, adaptó su entorno a sus necesidades. Creó ciudades, vías, autos, máquinas. E instaló líneas eléctricas para sus aparatos. Pero no supo cómo parar. Mientras más fácil hacía la vida más la complicaba. Hoy sus hijos estudian muchos años para saber cómo sobrevivir en este complejo y arriesgado mundo. Y quien se negó a adaptarse a su entorno debe hacerlo y readaptarse cada día y cada hora, al entorno que ha creado. Si es lunes y son las 7:30, hay que desadaptarse del ambiente casero y adaptarse a un ambiente totalmente diferente. Las 8:00 significa que deben parecer ocupados.
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En el Kalahari, siempre es martes, o jueves, o domingo. Ningún reloj o calendario nos dice qué hacer. Últimamente, aparecen cosas raras en el cielo. Pájaros ruidosos que vuelan sin mover las alas. Un día, algo cayó del cielo. (La imagen muestra cómo un piloto había lanzando una botella de Coca-Cola por la ventanilla mientras sobrevolaba el desierto.) Xi no había visto antes algo así. Parecía agua, pero era más dura que cualquier cosa conocida. ¿Por qué los dioses la enviaron a la Tierra? Era lo más extraño y hermoso que habían visto. ¿Por qué lo enviaron los dioses? A Pabo se le atoró el dedo (en la botella) y los niños lo hallaron divertido. Xi la probó para curar tiras de cuero. Tenía la forma y el peso correctos. Era también muy lisa, e ideal para curar la piel de serpiente. Y Pabo vio que podía hacerse música. Cada día le descubrían un nuevo uso. Era más dura, pesada y lisa que cualquier otra cosa conocida. Era el más útil regalo de los dioses. Algo para ahorrar trabajo. Pero los dioses olvidaron algo: sólo enviaron una. Y ahora, tenían algo que no podían compartir porque había sólo una.
De repente, la necesitaban siempre. Antes no era necesario y ahora sí. Y surgieron sensaciones nuevas de querer poseer, de no querer compartir. Llegaron otras cosas nuevas. Enojo, celos, odio y violencia. Xi sintió enojo con los dioses. Dijo: “¡No queremos su cosa! Miren lo que causó”. Pero la devolvieron. (Xi lanza la botella al cielo.) Gritó: “¡Deben estar locos! ¡Quédense con eso!” “¡Cuidado! ¡Cuidado!” (Gritaron al ver que la botella caía de regreso.) Pero fue demasiado tarde y la cosa golpeó a su hija Dani. Xi sacó la cosa del refugio y la enterró. Esa noche no hubo risas ni charla alrededor del fuego. La vergüenza se apoderó de todos y estaban muy callados. Xi dijo: “Enterré la cosa. No volverá a hacernos infelices”. Esa noche, una hiena olió la sangre en la cosa y la sacó. Pero un jabalí malhumorado persiguió a la hiena y ésta soltó la cosa. Luego Dani la halló. Su hermano la oyó tocar y dijo: “Déjame ensayar”. (Y al disputarse la botella Dani lo golpeó con ella.) Esa noche la familia estuvo muy triste. Comenzaron a hablar sobre la cosa. No le tenían un nombre. La llamaron “la cosa maligna”. Gaboo dijo: “quizá los dioses no sabían cuando la arrojaron. Siempre enviaron cosas buenas: lluvia, árboles y frutas. Somos sus hijos y nos aman. Y ahora nos envían esta cosa maligna”. Xi dijo: “La cosa no pertenece a la Tierra. Mañana la llevaré al final de la Tierra y la tiraré”. Gobo dijo: “Creo que eso debe estar muy lejos. Tendrás que caminar 20 días. Quizá 40”. Xi dijo: “Empezaré a caminar mañana”.
1980
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